San Pateo (Año 3). –
Día 5. “Blues too cool”
He dormido como un lirón. Un descanso necesario que acompaño por un paseo por todo el recinto ferial a pleno sol mañanero. Completo los diez mil pasos del reto de mi programa Samsung Health y me sumerjo en propia burbuja sónica. En casa acostumbra a sonar el blues mucho. De hecho, cuando era el responsable de la programación musical de RPA promoví una hora sólo con blues, que tuvo una gran repercusión cuando, cada sábado, acudía a su cita con el público. Pero hoy necesito a Morphine, uno de mis iconos, no me pregunten por qué. Quizás sea que es la víspera de la presentación en San Pateo, en el chiringuito Pinón Folixa de los últimos libros de Ediciones Alternativas. Cuatro trabajos colectivos donde he tenido el lujo y el placer de haber podido participar. A saber –momento promocional, pueden hacerse con ellos por 10€ el ejemplar en el señero bar ovetense El Olivar- son los siguientes títulos: “[O] Anatomías del Antiguo”, “Barra Libre”, “Ars Moriendi” y “Erótica XXI”. Me relajo un poco a base de rosado navarro y del malogrado grupo estadounidense hasta que llega la tarde, muy perezosa, demasiado perezosa, mientras escribo varios textos…
Me llama Javier F. Granda a eso de las ocho y media para ver si me animo a una nueva jornada pateína. Sorprendentemente, le digo que me guardaré para liarla el miércoles. Tenía apuntado en el Concurso de Rock a Jeff Rosenstock y se me pasó -¡el maldito programa de mano que no tengo!- a Big Daddy Wilson. Con lo cual, me quedo en casa y directo a la cama de nuevo.
Antes, leo nuevas polémicas estériles sobre San Pateo: en este caso, la “de siempre” sobre la programación musical. Siempre suelo parafrasear a ese filósofo urbano que es Harry El Sucio que decía: “las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno”. Yo creo que antes de que la gente expresase sus opiniones musicales sobre San Pateo, deberían hacérseles unas sencillas cuestiones, a saber:
-Dígame el nombre de tres locales en la ciudad que programan conciertos regularmente durante todo el año.
-¿A cuántos conciertos va el resto del año (no vale contar San Pateo)?
-¿Cuándo fue la última vez que se compró un disco?
Creo que con esta pequeña aproximación, podríamos hacernos una idea del valor de la opinión de esos que cacarean tanto y con tan pertinaz desconocimiento.
Todo está mal, la programación de San Pateo está mal, todo está mal, la programación de San Pateo está mal, todo está mal, la programación de San Pateo está mal... Mi papagayo ya se lo sabe. ¿O era un loro? ¡Ay!