San Pateo (Año 3). –
Día 2. “Si tú me dices ven, no voy ni de coña”
Yo contaba con que León Benavente abrieran la noche en la plaza de la Catedral, pero no. Resulta que cierran, así que a la hora en que tocan uno de esos grupos de pop-rock tan aburridos y prescindibles como los Sidecars (¿o eran los mustangs, o las ducatis, o los maseratis? ¡bah, da igual!) me vuelvo a poner el discazo de Hugo Race y Michelangelo Russo en homenaje a John Lee Hooker y me monto una ensalada multisabores. Me queda un poco sosa, la combinación de los cinco sabores prometía, pero, al final, a pesar de la deliciosa salsa de Cabrales de aliño, me queda… sosa. Pienso en programaciones musicales y pienso en la sal, o en una salsa picantilla. La Mala Rodríguez, desde luego, jamás sería ni sal ni salsa picantilla para mí. Más bien un aliño sobrante. Pero, bueno, da bien en las entrevistas de periodistuquis convencionales que se comen el mundo y aburren a sus lectores con su funcionarial toque, ¿no? ¡La oficina, ay, la oficina y qué lejos queda eso que llamamos vocación!
Mejor me callo y me acerco al Gong a ver a Johnny Penicilina y Los Frixuelos Eléctricos. Estamos en la calle Martínez Vigil, la Calle del Ritmo que cantaron Los Elegantes, y en La Salvaje hay un petazo espectacular para ver a Tigra. San Pateo da para más, para mucho más. La gente que anima la ciudad todo el año también se esfuerza porque las fiestas pateínas tengan color. Contemplo el elevado nivel estético de las chicas que salen del concierto, mientras hablo con Johnny para averiguar a qué hora empiezan. Lo hacen quince minutos después. Fon lleva una férula en su mano derecha pero eso no le impide incendiar un “Rockin´ in the free world”, todas las versiones de Beatles, la de los Stones y ese repertorio suyo donde muestran algunas de sus nuevas canciones. Me dedican un tema por ser un hombre paciente dos días antes. Es grato siempre ser recordado: aún me acuerdo de la primera dedicatoria, en 1991, sala La Real de Oviedo, Lagartija Nick tocaron la versión de Sonic Youth “Mildred Pearce”. Aún me respingo. Lo que se pierden aquellos que sólo van a los grandes conciertos y desconocen el sabor de locales como el Gong. En un momento dado, se va la luz, y el gran Sergio –principal artífice de haber levantado este local- acude presto a resolver el problema. La noche empieza bien.
Son dos pasos hasta la plaza Feijoo donde actúan Los Deltonos como invitados del Concurso de Rock que lleva el nombre de mi querido Alejandro Espina, fallecido demasiado pronto y al que no dejamos de echar de menos. Visita siempre al Bar Feijoo donde Manolo me pone la primera Voll-Damm de la noche. Los recuerdos se alumbran cuando me encuentro con Miguel Fuentes –guitarrista de The Amateurs, Sangrientos, y ahora de Fernández-, con los “manolos” del Paddock, con Magüi, con Alberto Téllez (bajsta de Crew! aquel maravilloso grupo en el que tanto creíamos Paco Loco y yo)… Aunque no pueda olvidar que a los de Muriedas los había visto hace unos meses en la Factoría Cultural de Avilés en compañía del gran Rafa Fustes, tristemente fallecido poco después. Personaje fundamental de la noche malasañera del Madrid de finales de los ochenta y principios de los 90, un montón de bandas relevantes de la época (Los Enemigos, Nada Surf, Los Coronas, Vancouvers, Def Con Dos, Commando) le rendirán un emotivo homenaje en dos días en la sala Sol. Irremediablemente recuerdo muchas de esas veladas madrileñas en su compañía, cerrar La Vaca Austera, el Flamingo, con una botella de whisky y la mejor selección musical, aquella jornada en Prado del Rey, él grabando como extra de Los Deltonos a la armónica, yo como teclista –milagros del playback- de los Amateurs… Vivir, vivir, vivir. Y no trates de recuperarlo: lo viviste y si no, jódete.
Me voy que empiezan León Benavente en la plaza de la Catedral, algo inaudito si tres años antes se lo hubiera dicho a Luiggi Tuddermis cuando actuaron en lo que entonces era todavía La Antigua Estación y hoy es La Salvaje, pero siempre mi casa. Me encuentro con Alejandro, Marcos y David en la Belmontina –te pillas el litro a mejor precio allí, cojo dos- y vamos al lío. El lío es un conciertazo, claro. A mí es que me gustan mucho. Ya sé que no es muy popular eso del grupo que logró asomar la cerviz por encima de la miseria, pero a estas alturas de la jugada, pueden darle por saco a todo el mundo. Suenan como un cañón. Estoy en primera fila con Hermann y unas chicas que dudo sepan qué significa la palabra post-punk ni quien era Paloma Chamorro ni mucho menos Killing Joke. Pero da igual, juventud divino tesoro. Ríen en libertad. Bien, joder. Me alegro por Abraham Boba –extraordinario letrista y maestro de ceremonias del que aún sigo escuchando sus discos en solitario- y, sobre todo, por el moredense, por Luiggi, que no parará de “firmar autógrafos” (voy a llamarlo así, ¿vale?) en el Diario Roma donde vacíamos dos botellas de espumoso el gran Luis Salgado y quien suscribe. Me voy para casa tarde, es sábado, joder… La basura se acumula en la plaza de la Catedral. Me permito pegarle un par de patadas a unas botellas de plástico y vuelvo a sentirme como un adolescente.
En mi mente –sólo en mi mente- suena una canción de Iggy Pop: “Hideaway”.
MANOLO D. ABAD
Venga, pues va el acompañamiento musical: “Hideaway” por Iggy Pop.
“They say: So what/ I say: So this"