Crónicas de Vestuario. -
“Ocón
de Oro"
Para aquellos que leímos más que patadas a un balón pegamos, Ocón
siempre nos recordará a uno de los grandes del periodismo, donde los
crucigramas y demás entretenimientos suponen -o suponían- uno de
los fuertes. Pedro Ocón de Oro fue uno de esos creadores
reconocibles. Por desgracia, y miren que no nos gusta hablar de las
labores arbitrales salvo cuando son escandalosas, nos tocó padecer a
su tocayo -recién descendido- Daniel Ocón Arráiz, pésimo
trencilla que cuajó una de esas actuaciones lamentables a las que no
nos gusta referirnos.
Porque el Real Oviedo, de nuevo frente a un rival de tronío como el
Tenerife, se mostró como un cuadro solvente. Dibujado, en un nuevo
alarde táctico de Juan Antonio Anquela, con otro esquema, con
Forlín barriéndolo todo y dos mediocentros por delante de él, el
once azul se mostró muy seguro atrás y con dos estiletes como Saúl
Berjón y un ultramotivado Aarón Ñíguez en los dos extremos. Toché
ya no estaba tan sólo y los laterales podían desplegarse con
facilidad. Eso hizo Mossa en unos primeros minutos vibrantes que
obligaron a ese buen entrenador que es Martí a taparlo y frenar la
sangría producida por ese lado. El señor Ocón se comió unas
cuantas, la principal un codazo de un Raúl Cámara que no debió
terminar el partido -ni la primera parte- y el choque se fue con el
uno a cero maravilloso, fruto de una de esas conexiones que nos
gustaría ver más entre Ñíguez -espectacular- y Saúl Berjón
-pillo-.
Parece que este esquema puede dar frutos a la espera de que se
recuperen los lesionados. Ante un once capaz, con clase, los
oviedistas se mostraron solventes y, sí, intensos. Si alguien no
conoce el concepto “intensidad”, basta con acercarse al
diccionario y ver su significado. Para eso están los libros. Para
eso, también, la cada vez más presente literatura sobre el fútbol.
Aunque siempre nos quedemos a expensas de un giro de azar que malogre
todo lo escrito y todas nuestras expectativas. Un lance aislado te
deja fuera y se pierden dos puntos. Otra vez más. Estamos en la
novena jornada, la travesía -como siempre repetimos- es aún muy
larga. Pero hace falta sumar con tres y dejarse de cualquier otra
consideración. Luis Aragonés lo dijo: “ganar, ganar, y ganar”.
Destrozar. Y a esos conformistas del uno-a-cero olvidarlos. Sus
consejos son de perdedores. O, peor aún, de empatadores que ganan
lances amañados.