Crónicas de Vestuario. -
“El
día que murió Toni Cuervo”
Unas horas antes del comienzo del choque del Real Oviedo frente al
Granada se conocía la muerte de uno de los símbolos más grandes
del oviedismo: Toni Cuervo. Uno pensaba que sería la ocasión
perfecta para levantarse, romper la racha fuera de casa, rendir
tributo a uno de los jugadores que sintió más profundamente la
camiseta azul. Me equivocaba. A cambio, el once de Anquela ofreció
un partido deplorable, mostrando una imagen desastrosa a todos los
niveles, en un encuentro que despertó los fantasmas que creíamos
borrados de nuestras memorias, en aquellas pesadillescas tardes lejos
del Tartiere a las órdenes de Fernando Hierro.
Revivir esos malos recuerdos y en el peor momento. Envueltos en una
racha de resultados que ya se ha trasladado al juego. Absoluta falta
de concentración, una indolencia preocupante y un caos táctico
total fueron algunos de los alarmantes síntomas que el Real Oviedo
mostró en la tristísima tarde granadina. Podrían excusarse algunos
en el gol encajado en -otra vez más- una jugada a balón parado y al
poco de comenzar el choque. Pero es que la falta de reacción, de
ideas y de juego fue total. La presencia de Forlín por delante de la
defensa no parece dar ningún fruto, dado el atolondramiento
generalizado -en especial del lentísimo y descolocado Valentini- de
los componentes de la defensa. Se han vuelto a capar las bandas y los
laterales se incorporan en muy contadas ocasiones al ataque. Con la
entrada de Mossa y, en menor medida, de Diegui Johannesson en la
segunda parte al menos se vieron algunos centros al área, paupérrimo
bagaje aún así.
La desconexión total en el medio del campo también resulta
inquietante. Apenas son capaces de darse tres pases que no sean de
seguridad y no hubo enganche con un Toché que corrió sin rumbo
hasta el más profundo agotamiento sin tener ninguna ocasión de
remate. Saúl Berjón y Aarón Ñíguez hacían la guerra por su
cuenta, individualistas hasta la extenuación, empeñados en conducir
el balón, sin profundizar ni asociarse con ninguno de sus
compañeros. Rocha y Folch naufragaban, descolocados, sin rumbo ni
intención. Un desastre total.
El cambio en los laterales apenas dio de sí, más que en unas
intentonas a la desesperada del valenciano Mossa que protagoniza uno
de esos “expedientes x” que nadie entiende: un jugador de sus
características debería tener más oportunidades para demostrar el
fútbol que tiene. Estoy seguro que -como Diegui Johannessson- sería
fundamental para desatascar unas bandas que no funcionan, que carecen
de combinaciones y apoyos para romper a equipos como el conjunto
nazarí, que nadó y guardó la ropa sin apenas inmutarse.
El desesperado desorden táctico, la nula intensidad, la falta de
concentración suponen un reto que el once de Anquela debe superar.
De acuerdo en que los azules han sufrido graves e importantes bajas,
pero la imagen ofrecida en Granada debe llevar a una profunda
reflexión en el cuerpo técnico y en todos los jugadores. Así, no,
señor Anquela.
MANOLO D. ABAD