Vinilo Azul. -
“Segunda Mano”
Leo en EL COMERCIO que la
librería de segunda mano “Personajes” cierra y no puedo evitar
que ciertos pensamientos se ciernan sobre mi cabeza. Las
transformaciones, que tantas veces creemos lentas, van produciéndose,
implacables, a un ritmo sostenido. Como ese ciclista que marca un
ritmo implacable y regular -al estilo Induráin que tanto se ha
repetido en las décadas siguientes- y va absorbiendo escaladores,
buenos estilistas que sucumben a un destino indefectible.
En Oviedo, los cines
desaparecieron del centro de la ciudad como por arte de magia. Los
dejamos escapar hacia las grandes superficies, donde el insoportable
(al menos, para mí) olor de las palomitas niega toda posibilidad al
séptimo arte de ser disfrutado en la intimidad. Casi diríase que
los espectadores son unos protagonistas más, que -entre consulta al
móvil, patadas al asiento de delante o conversación telefónica o
en persona- echan una ojeada distraída al gran pantallón, quizás
avisados por una de esas insoportables subidas de volumen que se
estilan en ciertas producciones. Conservamos algunas tiendas de
discos, librerías magníficas, también librerías de barrio con un
buen nivel y encontramos también un respiro en las librerías “de
viejo”, de segunda mano. Lugares donde encontrar aromas diferentes,
en los que satisfacer una curiosidad distinta: la de hallar joyas, no
de las preciadas por especuladores, sino la de las perlas que, por
alguna razón, significan, significaron o creemos que significarán
algo para nosotros.
La compra-venta
espontánea y el trueque, que tantos fines de semana me salvaron. En
tiempos sin trabajo ni esperanzas, me deshice de algunos cds y
vinilos con los que poder salir por la noche. Me acercaba a La Bomba
Records y vendía. Ahora cuando hallo algunos de segunda mano pienso
en cómo habrán sido las historias de sus antiguos dueños. Años
antes, cada jueves, gracias al gran Manolo Carou, pinchaba cada
jueves en el Paddock, en la calle Rosal. Un día se pasó por allí
un chaval que, tras tomarse una caña, sacó de su bolsa un montón
de vinilos en perfecto estado, con su funda de plástico y todo. Los
observé con detenimiento, tratando de mantener mi rostro
circunspecto, sin señal de emoción, porque aquello tenía pinta de
ser un chollo. Cuando nos dijo que 500 pesetas por cada uno, ni el
bueno de mi tocayo pudo disimular. Los vendió todos. Así estuvo
viniendo durante un mes en que la provisión de vinilos, tanto para
el Paddock como para mi colección, fue amplia y de gran calidad.
Luego, no aparecería nunca más.
Hace unos meses, mi madre
me dijo que le pidiera al gran Falo, propietario de otra emblemática
librería de segunda mano de Oviedo, si habría la posibilidad de que
encontrase algo de Gabriel Miró. Unos días después, mi querido
Lauren García, que fue quien me lo presentó, me trajo un par de
ejemplares del olvidado escritor alicantino. Sí, ya sé que me
vendrán todos los más avezados en Internet con los nombres de
referencia para hallar estos volúmenes. Pero, creo, que si seguimos
así, si dejamos escapar el encanto de estos lugares, pronto nos
pasearemos por paisajes tan desoladores como los del actual Detroit.
Y ya no habrá tiempo, ni será el momento, de lamentarse.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "D-Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 29 de enero de 2017