Crónicas de Vestuario. -
“A ninguna parte”
Tras la demostración de
incompetencia mostrada ante el Sevilla Atlético, la pregunta no
puede ser retrasada más: “Quo vadis, Fernando Hierro?”. ¿Hacia
dónde se dirige usted? ¿Hacia dónde pretende llevar la nave azul,
Sr. Hierro? Visto el ridículo espantoso de un primera parte difícil
de olvidar, la respuesta parece ser clara: hacia ningún sitio. A
ninguna parte. Se le puede reprochar a los jugadores un montón de
cosas, pero, ¿y al responsable técnico? Desde el comienzo de la
Liga hemos observado a un conjunto timorato, incapaz de llevar la
iniciativa, nulo en creación, siempre al acecho, que tan sólo está
a verlas venir. Quiso Fernando Hierro ser juzgado en virtud de sus
resultados, no de un juego que ha sido deplorable en la mayor parte
de la temporada. Pues bien: los números cantan, casi gritan, con
tres derrotas consecutivas y una sensación total de impotencia desde
la dirección técnica, incapaz de ofrecer ninguna solución ni de
rectificar nada. El juego de mal en peor. Resulta significativo que
el equipo sólo se eche arriba y recupere las bandas cuando se
encuentra al borde del precipicio, en medio de la desesperación... y
que, entonces, lleguen los goles. Es lo que sucede cuando se busca la
portería contraria por las bandas. Cosa que el Real Oviedo no hizo
hasta la entrada de Saúl Berjón, por cierto.
Sin lanzar a puerta es
imposible ganar un partido. Y esto lo ha repetido el equipo azul en
numerosos campos de la geografía de Segunda División. Pero como el
entrenador azul se abona a los números, vamos a repasar algunos. De
los cinco últimos partidos fuera de casa, el balance es de cuatro
perdidos y una victoria, con tres partidos consecutivos derrotado. En
los últimos cinco partidos disputados, lo mismo: cuatro derrotas
(tres consecutivas) y una victoria. El balance es desolador, pero,
más aún, cuando se contempla el juego desplegado por el equipo.
Ante el Sevilla Atlético
se salió -cómo no- a verlas venir otra vez. Ya desde el principio
se vio a muchos jugadores en “modo zombie”, deambulando por el
campo, casos de un inoperante Rocha y un Jorge Ortiz que desapareció
nada más empezar. Peor aún fueron los boquetes defensivos, con
especial mención para el indiscutible José Fernández, ese lateral
que ni ataca ni defiende ni nada, pero que tiene su puesto asegurado
mientras otro componente de la plantilla ni siquiera va convocado a
pesar de haber sido durante la campaña anterior uno de los mejores
jugadores de la plantilla azul. Los dos centrales, mantequilla pura.
Y descolocados. Juan Carlos, el cancerbero, nervioso e inseguro. Con
este panorama era de esperar que se produjese la hecatombe. Un
naufragio con todas las de la ley. Porque si el timonel no sabe qué
hacer con las velas de su barco, si no sabe cómo tiene que darle el
viento para que el barco avance y lo único que se le ocurre es tomar
los remos es que la situación se ha tornado alarmante, muy
alarmante. Y lo peor es que, tanto las sensaciones que transmite el
equipo, como las directrices -ese erre que erre permanente en todo-
de la propia dirección técnica sólo hacen augurar lo peor. El
equipo sigue en construcción y quizás siga así durante toda la
temporada, pues no hay ideas en el juego, sólo un miedo cerval, una
falta de garra clamorosa y un concepto futbolístico que parece
sacado del patio de un colegio. El año pasado hablamos del
entrenador con la “L” de autoescuela y en éste nos hemos vuelto
a encontrar con lo mismo. Y así no se va a ninguna parte.
MANOLO D. ABAD
Fotos: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el martes 10 de enero de 2017