Vinilo Azul. -
“J.I.Delgado, el disc jockey currante”
En un mundillo donde los
egos traicionan tantas expectativas, presta encontrarse con gente
como Delgado, un disc-jockey que se escapa de los tópicos de
supuestos glamoures y de narcisismo desmedido, de la refulgente
luminosidad de la electrónica. Quizás sea haberse formado en un
recinto como La Real a la que llegó muy joven, en 1987, para hacerse
un hueco tras los platos. Eran otros tiempos, aún dominaban el funk
o el sonido Filadelfia en unas “discos” muy eclécticas, donde
los maxi-singles servían remezclas de temas populares y se hablaba
de la calidad de su sonido. Vanitas Vanitatis o Studio Oka. Una
prehistoria antes de que llegaran el acid o el new-beat para
transformar la vida nocturna y estirarla lo más posible.
Tiempos en que en La Real
de Oviedo se podían contemplar conciertos de artistas de actualidad
en esos inicios de los 90, como Iggy Pop, The Godfathers, Barracudas,
The Nomads, The Lyres o los eternos Ramones. Tiempos donde la noche
no se había masificado tanto y convivían tipos de público muy
variopinto. Ahí aprendió Delgado a guiarse por sus sensaciones a la
hora de pinchar, ese imperceptible toque de psicología para dejar
satisfecho al público y establecer una conexión a través del
ritmo. También aprendió a manejarse en diversos ambientes, a veces
teniendo que cambiarse en el coche en fines de semana eternos,
exprimidos hasta la última gota de vida tras los platos: de la
sofisticación del club de La Real a poner en marcha una boda.
Nunca pensó Delgado que
los pinchadiscos -esa inutilizada traducción al español de
disc-jockey- acabarían convirtiéndose en los más populares
agitadores de masas. Lo suyo era intuitivo y vocacional, no existía
el ansia de ser un “personaje” sino en lograr el modo de vida en
la noche que siempre había deseado. Así que plantarse en un
Aquasella frente a ocho mil personas y ponerlas en funcionamiento no
entraba en sus planes cuando hace casi tres décadas se decantó por
este camino. A los djs como él, verdaderos y encomiables
todoterrenos, esas experiencias les llenan pero sólo suponen un
eslabón de una cadena mucho más larga. Recuerda los tiempos en La
Real donde “todos ayudábamos a todo”, no sólo en su personal
desempeño sino en otras misiones, que, vistas hoy, pueden sonar
raras como llevar los dossiers de prensa de los grupos que actuaban
en vivo a las redacciones de los periódicos.
Recuperado de un buen
susto con el corazón a causa de su pasión futbolera azul, que
convive, inseparable, con los múltiples ritmos que almacena en su
cabeza y que despliega en sus sesiones, Delgado representa la otra
cara del glamour de la música electrónica. Vocacional, todoterreno
y sumamente fiable, más allá de los focos. Todo un superviviente.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 11 de septiembre de 2016