Vinilo Azul. -
“Cabrero y el ruido de la calle”
Una
ciudad se construye a partir de sus creadores. Da igual que los
ninguneen por activa, por pasiva, por superlativa. Cuando existe la
clase, ese extraño impulso más allá de la corrección, quizás
como un salvavidas al que agarrarse, la ciudad se encuentra creadores
como José Carlos Álvarez Cabrero. Expone, estos días, en su
versión mínima, a boli, y -conscientes de que las circunstancias
obligan- lo suyo sigue siendo un especial lujo.
Acostumbrados
a ciertos creadores sin abuela, que nos venden cielos -no, perdón-
galaxias creativas donde ellos son el centro, resulta difícil
penetrar en la personalidad de alguien tan estimulante como Cabrero.
Un artista tan completo y único que la vulgaridad le ignora como un
síntoma terrible de los tiempos que vivimos. Lo mismo ocurrió, en
rock, con artistas como Rosendo y Los Enemigos. Podían descubrirnos
la realidad de la calle con un pulso tan claro que llegaba a ser
ignorado. Sólo quedaba la perseverancia. Y en esas está Cabrero,
una luz que ilumina las sombras de cierta vida en la calle, con una
cerveza en la mano y quién sabe qué más... Atrás quedaron los
días del Chanel, del Casa María, del Berlín,... pero es
reconfortante saber que alguien retratará a los protagonistas de
aquellas noches. Allá estará -con su irónica sonrisa- como José
Carlos Álvarez Cabrero para dotar a Oviedo de una nueva forma de
memoria.
Cabrero
vivió con cierta distancia la vida nocturna de Oviedo en los 90.
Llegarían luego las demostraciones artísticas. Y, finalmente, al
21% de IVA la imposibilidad de vivir, honradamente, del propio
talento. Así que toca reinventarse, bajar el diapasón, un boli,
como si Modigliani tuviera que pedir un vaso de absenta por su
genialidad. Lo tienes delante de ti y eres incapaz de verlo.
Algo
así sucedió cuando se ideó “Mensajes de un Mundo Dibujado”,
una maravilla de proyecto, un libro esencial para Asturias y que
consiguió el Premio de la Crítica de Asturias en 2007 en medio de
una enorme polémica, producto de las enconadas envidias de muchos
mediocres egocéntricos que, quién sabe, pasaron del asunto cuando
Toño Valle -coordinador del libro- los contactó. Lamentablemente,
otra piedra para que Cabrero siga, injustamente, en el cajón de los
malditos.
Me
resulta muy doloroso ver cómo se trata a creadores del nivel de
Cabrero, siempre esperando a que venga alguien de fuera a venerar lo
que ya tenemos aquí. Triste, muy triste. Los silencios tras la
intervención músico-poética de Pablo Und Destruktion y La Tribu
del Trueno sobre la peli “Las Manos de Orlac” en la SACO,...
tantas y tantas veces que algunos han tenido que esperar al
beneplácito de los popes de un lugar a mil kilómetros de nuestra
realidad. A que llegaran los guays con su cortejo estúpido, vacuo.
No esperen, por favor. Véanlo, en su mínima expresión, en un
retazo espontáneo a boli, o, quién sabe, disfrútenlo en su
expresión más alta: José Carlos Álvarez Cabrero es un grande a su
alcance que se les presenta como ese tío cabal de la canción de Los
Enemigos. Aprovéchenlo, es un auténtico privilegio para los
sentidos y el alma.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 13 de marzo de 2016