“Blues
por Jandro Espina”
Es
una herida que no para de sangrar. Hemos dicho adiós prematuramente
a muchos de los nuestros. A Zita Alonso o Chema Fombona, hace sólo
unos meses. A Carlos Redondo o a Josetxo Anitúa (Cancer Moon), hace
unos años. Y uno siente que se desangra, que una pequeña parte de
su vida se va con ellos. Si son personas tan cercanas a tu propia
existencia como Jandro Espina, la herida se convierte en algo más
profundo. Y el dolor permanece, estancado, sin querer moverse,
golpeando con una catarata de recuerdos de los días de vino, rock y
rosas, incesante, imparable, como si tratara de sacarnos de esos
instantes de dolor que regresan como olas de una marea sin final.
Si
la casualidad quiere que la muerte de Alejandro Blanco -Jandro Espina
para sus amigos y conocidos, que éramos legión- llegue en el día
de tu cumpleaños, el recuerdo resultará ya imborrable e irá pegado
a mi ser en todo el tiempo que me quede sobre la Tierra. Uno quiere
pensar que no, que no es posible que haya sucedido, hasta que ve
irse, con lágrimas brotando con una fuerza incontenible, el coche
con sus restos que le conducirá al descanso final. Sólo nos quedará
el recuerdo de alguien bueno, de una bondad a prueba de bombas.
Alguien que siempre estaba dispuesto a echar una mano, a darte
ánimos, aunque en su corazón también hubiese dudas, aunque
guardase para lo más profundo de sí sus miedos e inquietudes.
Quedan días y muchas noches alegres, felices en el Paddock, sobre
los escenarios o como espectadores o en su valorada faceta de técnico
de sonido, o en aquel circuito -un rockero triángulo nocturno- que
formaban La Antigua Estación, el Sweet Home y su Armónica, el local
que impulsó junto a la que luego sería su mujer, Irene Riesgo, y
madre de su hija Carmen. Queda el recuerdo de su perenne y sincera
sonrisa, de su voz cascada, de su contagiosa alegría de vivir, de su
capacidad profesional para convertir al rock en algo grande y
respetado.
Me
gustaría solicitar, desde estas páginas, al Concejal de Cultura del
Ayuntamiento de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos, que el Concurso de
Rock de la ciudad, el Ciudad de Oviedo, pasara a denominarse
Alejandro Espina, en memoria de alguien que tanto aportó al mundo
del rock en la ciudad desde muy distintos aspectos de lo que conforma
una escena musical. Sería un pequeño gran detalle para alguien que
tanto aportó con honradez, con un bendito y generoso sentido de la
amistad y con una envidiable profesionalidad al rock ovetense y
asturiano. Que la tierra te sea leve, amigo, no te olvidaremos.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el miércoles 16 de marzo de 2016
Publicado en el diario "El Comercio" el miércoles 16 de marzo de 2016