Crónicas de Vestuario. -
“Menos que cero”
Este
es el resultado tras una sorprendente semana convulsa, esa en la que
se destaparon tantas y tantas miserias que permanecían ocultas a los
ojos de muchos. Más sorprendente que algo así haya ocurrido con el
viento a favor tras tantos años de tempestades y desazón. Pero no,
con un egoísmo tan exacerbado como los protagonistas de la novela
que Brett Easton Ellis publicó en 1985 “Menos que cero”, los
intereses propios parece que se impusieron a los generales de la
entidad y la conclusión fue la marcha del hombre que había llevado
con mano honrada a la nave azul al fútbol profesional tras doce años
de total infierno y penas.
Eso
ya es pasado y el fútbol sólo quiere saber del día a día. Y los
compromisos se multiplican ante el tramo -trascendental- que se
afronta en este último tercio de la Liga, el decisivo, en el que
muchos se hunden y otros llegan a aflorar con sorprendente capacidad
de supervivencia. Vista la demostración de impotencia de los azules
ante el conjunto alfarero dirigido por Muñiz, el panorama del futuro
más inmediato sólo cabe pintarlo de negro, como en esa vieja
canción de los Rolling Stones. Tercera derrota en tres partidos. Sí,
es verdad que si Sagüés Oroz no se hubiese inventado un fuera de
juego inexistente de Koné en los primeros compases y hubiese anulado
su gol, la perspectiva, el planteamiento y quién sabe si el
desenlace del encuentro hubiera sido distinto. No fue así y no queda
lamentarse por la incidencia. Sobre todo, a la vista del resto del
choque, donde los azules se vieron superados por el Alcorcón y por
su propia indefinición como colectivo. Un grupo insolidario que
deambuló por el Santo Domingo sólo sostenido por la propia inercia
de un ritmo de juego cansino que el conjunto alfarero nunca pretendió
cambiar, ni siquiera lo necesitó, pues fueron constantes sus
aproximaciones (también los errores, por fortuna) a los dominios de
un Miño que se fue asentando hasta convertirse en el mejor del
equipo.
Si
la primera parte se saldó con un mínimo de decencia, lo ofrecido en
el segundo acto fue lo peor, con tremenda diferencia, que hemos
contemplado en mucho tiempo. Un equipo a la deriva, que se
arremolinaba atrás, sin orden ni ayudas, dejando múltiples espacios
en defensa, embarullado en su disposición táctica, fiando su suerte
a patadones a seguir por un voluntarioso pero desacertado Koné y,
mucho menos, por un inexistente Toché. No es que el resto de líneas
estuvieran mucho mejor, con un caótico centro del campo y una frágil
y desordenada defensa.
Los
cambios no surtieron ningún efecto, ya que el once azul navegaba a
la deriva como si se tratase de un barco fantasma envuelto en una
niebla que sólo les cegaba a ellos. Un verdadero desastre. El fin de
la magia, “The thrill is gone”, que cantaría B.B. King con voz
lastimera del gran bluesman que era. La imagen del Real Oviedo hoy
sólo puede llevar música de blues, de enorme tristeza. Resulta
difícil creer que se haya tirado por la borda lo logrado en estos
meses. Y, lo peor, es que no sé si queda tiempo para enderezar esta
nave que vaga a la deriva, envuelta en motines inexplicables, sin
timón ni rumbo, como un barco fantasma que en esta triste tarde ha
naufragado rotundamente sobre el césped del Santo Domingo.
MANOLO
D. ABAD
Foto: J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 21 de marzo de 2016