Crónicas de Vestuario. -
"Yo también pité a Irureta"
No era el día. No, aunque fuera el de mi cumpleaños, con tanto por celebrar, sobrevivir a mi propia vida, disfrutar de un día de sol, de la alegría de un año más en la Tierra. Pero no, no era el día. No lo fue al conocer durante la mañana la noticia de la muerte de un querido amigo como Jandro Blanco, bajista de Ilegales, con quien tuve la suerte de compartir muchas aventuras. Tampoco es que otras circunstancias hayan sido, en este día, dignas de comentario. Ella no quiere que hable de Ella. Desencuentros, confusión, dolor.
Y el partido tampoco invitó al optimismo. El Real Oviedo, ese equipo que ha demostrado tanto en los últimos meses, parece aquejado del mal de altura, del miedo al éxito, errático, sin rumbo ni personalidad. Abrumado por una empanada total que le impide entrar a tiempo en los partidos. ¿Cuáles son las razones de este desfondamiento? No lo sé, hoy me cuesta encontrar razones para todo. Hoy es un día muy triste.
Recuerdo, casi inconscientemente, la última temporada del gran entrenador Jabo Irureta en el equipo azul. Los días de máxima gloria habían dado paso a una rutina de éxitos. Nos creíamos invencibles, pero eso -en un equipo humilde como el nuestro- no es la mejor política. Gritábamos desde la grada del viejo Tartiere "Irureta, prepara la maleta", mientras el vaso, ese tipo tan entrañable como raro, se aferraba a su gabardina de la suerte para tratar de eludir a los dragones. El tiempo, ese implacable juez, nos abocó a un terrible infierno para que aprendiéramos la lección de querer a quienes nos proporcionan bienes intangibles.
Recuerdo
Estamos en el tercio final, el decisivo, con una envidiable posición y resulta duro creer que el miedo al éxito vaya a paralizarnos. Ahora, en este momento. No, no puede ser. No es posible que infravaloremos lo conquistado hasta este momento. Que se desperdicien los valores. Que padezcamos a un once insulso, frágil en todas sus líneas como el conjunto azul en esta triste noche de este triste día de 12 de marzo. El Real Valladolid, equipo hermanado con los ovetenses, nos dio un repaso total en una primera parte que deberán recuperar en varias sesiones de vídeo los discípulos de Sergio Egea: no se puede conceder tanto, no se debería permitir semejante abulia, a estas alturas hay que enchufarse desde el pitido inicial para alcanzar los cielos. Que no están tan lejos. No puede haber mal de altura. El poder de la fe, esa de la que sabe tantísimo la afición azul, debe ser la espoleta para alcanzar el ascenso. No se escondan tras excusas, que eso es lo que hay que pedir, incluso exigir. La gente se merece ese sueño, claro que sí.
De modo que pónganse a la tarea. Sin complejos. Con personalidad, sin ausencias, dando la cara. Esa es la lección, nosotros que desperdiciamos días tan felices de la mano de Jabo Irureta, creyéndonos invencibles, gritándole, mientras él apretaba su gabardina entre sus manos preguntándose qué había hecho mal.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 13 de marzo de 2016