“El Mundial al revés”
Terminados los octavos de final,
todo se resume en el eterno enfrentamiento América contra Europa. El rastro de
aquella emergente África que a muchos les hizo soñar, se ha difuminado de los
ocho elegidos para luchar por el título. Los octavos se desprendieron de sus
últimos representantes, Nigeria y una combativa Argelia, dirigida con mano
maestra por el bosnio Vahid Halilhodzic, que hizo temblar a la gran Alemania
con un despliegue físico y táctico merecedor de más. Pero, al final, cuatro
contra cuatro de los dos continentes que dominan el Mundial. Volvemos a la
tradición, a las muchas tradiciones que llenan el Campeonato del Mundo, y el
pronóstico habla de la victoria de un combinado americano. América para los
equipos americanos; América, el territorio virgen para los europeos que jamás
han vencido allí en toda la historia. “América, América”, cantaría con su voz
portentosa Nino Bravo. ¡Ay!
Hasta estos cuartos de final
hemos vivido el Mundial al revés: destacados porteros; equipos supuestamente
superiores con clara dependencia de sus estrellas; combinados bisoños
transformados en onces de gran empaque táctico; campeones del mundo en una sorprendente caída libre, pura catástrofe;
falsos nueves; apuradas victorias de las naciones supuestamente superiores; un mordisco
salvaje e inexplicable; postes y largueros confabulados a favor de las selecciones
supuestamente superiores; sorprendentes y magníficas prórrogas; la magia de los
videomarcadores capaces de transformar el dolor del público en sonrisas al
pajarito; sprays resuelve-problemas con las más díscolas barreras y muchos
papeles cambiados entre los participantes.
Ahora, llegados a lo decisivo, la
gran pregunta es: ¿se impondrá la tradición? Sí, esa que dicta que los grandes
vencerán a toda costa a pesar de ser su fútbol, como en el caso de Brasil y
Argentina, de lo peor que se ha visto entre los participantes y, más aún, entre
los ocho elegidos. O hemos de confiar, de creer en que todo el aire fresco
aportado por Colombia, Costa Rica o Bélgica se va a imponer al peso de la
historia, al miedo escénico, a la inexperiencia. O que Europa volverá a
sucumbir, en las botas de franceses o alemanes, ante la maldición de América
para los equipos del viejo continente.
No nos gustaría que se diluyera
ante el peso de las veinte participaciones en mundiales (¡todas!) y los cinco
títulos de una mediocre Brasil –una de las peores de la historia-, una
selección como la colombiana, que ha mostrado tanto bueno tras dieciséis años de
ausencia. Ni que Costa Rica –en su cuarta presencia- perdiera sus encantos
colectivos ante el empuje de los tres veces subcampeones Holanda. O que Bélgica
reviviera ante Messi los fantasmas de su eliminación ante otra estrella como
Maradona en aquel 2 a 0 (los dos del Pelusa) en semifinales de México 1986 En definitiva, que la terca tradición
impusiera su ley en el tramo decisivo, como un hada caprichosa que olvida todo
lo bueno mostrado por los nuevos invitados y lo poco que han dado los equipos
supuestamente superiores.
MANOLO D. ABAD