Vetusta Blues. –
“Dimisión
show”
Las serpientes de verano ya no son tales, aquellas
informaciones, algo frívolas, que se instalaban en época estival. Ahora son
dragones con la peor faz. Dragones con rancio aroma a viejos tiempos que jamás
deberían volver, pero que se han instalado en la vida ovetense, asturiana y
española como el peor de los virus. Esta inacabable corrupción, estos modos caciquiles
que hemos vivido en este mes de julio con la resistencia de un alto cargo
municipal a abandonar su puesto tras ser condenado a un año de cárcel son el
peor dragón con el que nos podíamos haber enfrentado en estas fechas de asueto.
En este circo político, cada vez más circo para
descrédito del ciudadano honrado de a pie, se multiplican hechos como éste.
Siempre es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno, rasgarse las vestiduras,
desplegar toda la artillería verbal contra los rivales políticos cuando se
enfrentan a una de estas desvergüenzas que llevan asolando desde hace más de
una década a la clase política, cada vez más una oligarquía en sí misma. Pero,
¡ay! cuando la negra sombra de la corrupción o de los comportamientos
impresentables alcanza a las propias filas comienza el recital de paños
calientes, de excusas y de balones fuera para aplacar la vergüenza, que no hace
sino aumentar el escarnio. En vez de reprobar a quien actúa fuera de cualquier
ética, o se justifica o se entra en la espiral del “y tú más”. Que no les
extrañe entonces el ascenso de nuevas formaciones como Podemos. La gente
empieza a estar harta de individuos que se aferran al poder como un náufrago lo
hace a cualquier superficie sobre la que ayudarse a flotar.
Para rematar el dislate, el hecho de que el ex
teniente de alcalde prolongue su “reflexión” añade nuevas gotas a la batalla
interna del propio partido al que pertenece, lo que –seamos serios- al
ciudadano le importa tres pepinos. Lo que el ciudadano desea, lo que los ciudadanos
deseamos es que se comporte del modo acorde a las circunstancias. O sea: que
dimita de todos sus cargos, que se vaya, que se comporte con ética. ¿Tan
difícil resulta? ¿Tan complicado es de entender que necesita una “reflexión” de
más de una docena de días?
Si un condenado sobre el que pesa una pena es
incapaz de dimitir es que el sistema está podrido y esa podredumbre no hace más
que hundir cualquier esperanza de decencia, de renovación de los modos de una
democracia que cada vez está más lejos de su esencia. Y los ciudadanos –a los
que sólo nos quedan las urnas- empezamos a estar demasiado hartos.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 19 de julio de 2014