Crónicas
de Vestuario. -
“Fantasmas
y sombras”
Al
final, no se repitió el maracanazo
en
el estadio Mineirao y sí un nuevo episodio de victoria nada
convincente de Brasil en esta Copa Confederaciones. Uruguay tuvo
oportunidades y puso el único juego de un nuevo encuentro miserable
más de la canarinha.
Pero, como se suele decir en el mundo del fútbol: “En la rula no
preguntan, apuntan”. Y la selección de Felipao se ha plantado en
la final sin convencer ni a su propio director técnico. Lo cual ya
es mucho decir.
Los
fantasmas de Ghiggia, Schiaffino y Obdulio Varela -los protagonistas
del célebre maracanazo
de
la final de la Copa del Mundo de 1950 donde los charrúas derrotaron
a los brasileños- comenzaron a aparecer pronto, con el penalti a
favor de los uruguayos. La oportunidad de oro la marró más Forlán
que la despejó Julio César y todo se detuvo allí. Uno de esos
momentos donde la vida debe continuar pero todo se para
irremediablemente. Como cuando el corazón elige enamorarse de un
flechazo y ya no se ven defectos en el objeto de nuestros sueños,
eso que tan bien reflejó Cervantes con Alonso Quijano y su Aldonza
Lorenzo. La victoria soñada, en nuevo maracanazo,
se convertía en un despertar a la realidad, a un jarro de agua fría
que te sacuda las flechas de Cupido y te lleve a la realidad: a pesar
del buen trabajo táctico del combinado celeste, llegó el habitual
tanto -un churro
de un Fred en estado de gracia tras algo de lo poco bueno que aportó
Neymar en el partido- de los amarillos casi al filo del descanso.
La
historia se empeñaba en parecerse y los uruguayos dirigidos por
Óscar Washington Tabárez, aquel entrenador que pasó con mucha pena
y ninguna gloria (aquella apurada promoción en Las Palmas) al frente
del Real Oviedo, creyeron en la remontada que sus compatriotas habían
iluminado tras el descanso sesenta y tres años antes. Cavani,
decidido a reivindicarse, ofreció un recital táctico y físico
rematado con un gol, que terminó como suele acabar cuando Felipao se
sitúa en el banquillo: con la flor refulgente en forma de un nuevo
tanto cuando se intuía una prórroga épica por el desgaste físico
de ambos contendientes. “Brasil no jugó bien y tiene que madurar”,
declaró Luiz Felipe Scolari. De momento, no debe preocuparse: su
flor luce intacta ante las sombras que deberían cernirse ante un
juego tan mediocre.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el viernes 28 de junio de 2013
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el viernes 28 de junio de 2013