Se le torció el tobillo y se cayó. El viento del sur, que soplaba colina abajo azotando los árboles del borde de la carretera, apagó su exclamación hasta un suspiro y le arrebató el pañuelo haciéndolo desaparecer en la oscuridad. Ella se fue sentando despacio, apoyándose en la grava con las palmas y girando el cuerpo hacia un lado para liberar la pierna que se le había quedado debajo.
A sus pies, en el camino, yacía su zapato derecho. Al ponérselo se dio cuenta de que le faltaba el tacón. Miró atentamente a su alrededor y luego empezó a buscar el tacón, a gatas colina arriba, cara al viento, con una mueca de dolor cuando tocaba el suelo con su rodilla derecha. Abandonó pronto e intentó romper el tacón del zapato izquierdo, pero no pudo. Volvió a colocarse el zapato y se puso en pie, de espaldas al viento, recostándose contra la violencia del viento y la propia pendiente del camino. El vestido se le pegaba a la espalda y revoloteaba ante ella. El pelo le azotaba las mejillas. Apoyándose en la punta de su hinchado pie derecho para compensar el talón perdido, siguió cojeando colina abajo.
Dashiell Hammett "Una mujer en la oscuridad" (Ed. Debate, 1988).