martes, 20 de julio de 2021

30 horas de gloria en el Bierzo

 


"30 HORAS DE GLORIA EN EL BIERZO"

La noche anterior, el torbellino de recuerdos y de pensamientos se unió para que fuera difícil conciliar el sueño. En esa vigilia donde no se distingue si uno está dormido o es presa del insomnio, navegué pensando en lo que iba a acontecer en ese 14 de julio, trayendo a la memoria los buenos recuerdos de mi primera visita al Munic de Carracedelo un sábado de abril -el 24- aún bajo las restricciones de esta inacabable pandemia: una tarde maravillosa con una docena de asistentes, que desafiaron las dificultades y nos llenaron en la presentación de "Cacabelos Stories", el gran libro de relatos que firmó nuestro embajador en la zona, el gran Jose Yebra, y que sirvió de enganche para dar a conocer todo el catálogo de Más Madera en estos tres años de existencia, con más de treinta referencias; el regreso en una solitaria y oscura noche, con los relámpagos de una terrible tormenta iluminando fantasmagóricamente la oscuridad de tramos de curvas encadenadas y que alimentó nuestra imaginación para proyectar este "Misterio en el Bierzo", que se hizo realidad en tiempo récord para plasmar una unión berciano-asturiana que se promete fructífera.


La presentación del 24 de abril de 2021. De izq. a dcha.: Javier F. Granda, Jose Yebra, Manolo D. Abad.

He de llegar hasta Salas en bus, donde me recogerá Javier F. Granda. Un argayu (desprendimiento de tierras en la montaña) ha conseguido que el trayecto de unos pocos minutos por la autovía que tanto costó conseguir -como todo en esta Asturias de nuestros dolores- se transforme en un recorrido de vuelta ciclista que tanto nos gusta contemplar a través de las retransmisiones televisivas. Dentro de un autobús, curva, contracurva, subiendo, descendiendo, a través del inacabable tramo alternativo, el asunto se transforma en toda una aventura. Afortunadamente, el aire acondicionado me pega en la cara y no es posible llegar a marearse en la hora de vía crucis por las sierras asturianas, repletas de ese verde que embriaga hasta al más escéptico de los encantos de mi tierra. Mi relato en "Misterio en el Bierzo" se titula "Blackout bus", pero no pienso mucho en ello hasta que nos topamos, a unos pocos kilómetros de Salas con un convoy de camiones que están trabajando en abrir una vía provisional -como todo en esta Asturias de nuestros dolores, provisional, para que el parche permanezca como una enfermedad crónica durante años en un eterno olvido- y que provocan un frenazo del joven conductor del autobús. Se toma el incidente con paciencia y habla con el osado camionero que encabezaba el convoy (sólo tres unidades, pero que, en una carreteruca de montaña, estrechísima, hacen el mismo efecto -o peor- que el de la peli de Sam Peckinpah) para preguntarle con cuantas sorpresas más del mismo estilo se va a encontrar.
Arribamos, al fin, con casi media hora de retraso a Salas y llamo a Javier. Me dice que lo espere por el centro, puesto que me he bajado al principio de la localidad donde él trabaja. Parada técnica: un vino, un pincho. El café se llama Berlín, y me acuerdo de mi querido Tino, que regentó un bar de noche legendario en Oviedo y que se murió hace unos meses en México. Le llegaron varios de mis libros y hablábamos mucho por whatsapp. Siento una pena grande, que dura un instante hasta que Javier me llama y me saluda casi enfrente con su Citroën C3 ya preparado. Es el momento de ponerse en marcha.

La cima del Puerto de Somiedo.

El trayecto por Somiedo nos permitirá acortar bastante el recorrido hasta llegar al Bierzo. Antes habrá que pasar por Babia, justo donde enlaza la carretera procedente de Asturias. Javier es un gran conductor, de esos que traga kilómetros como si nada y ameniza el viaje con canciones -para mí olvidadas- de grupos como Roxy Music. Evoco una conversación divertidísima hace años con mi amiga Silvia Grijalba, en la que me contaba sus experiencias en aquellas promociones discográficas donde se ponían parejas de periodistas en tandas de cinco minutos para "entrevistar" a los autores de turno. A ella le tocó, una desgraciada mañana, compartir "conversación" con Bryan Ferry junto al inefable Julián Ruiz... esos cinco minutos de pesadilla se transformaron en una recriminación de Ruiz contra Ferry, pero nada concreto para que Silvia pudiera llevar al periódico "El Mundo" para el que entonces trabajaba. Las anécdotas con Ruiz nos dieron en aquella noche de verano ovetense para reír hasta altas horas de la madrugada.

Manolo D. Abad en el Castillo de los Templarios escenario de su relato en "Misterio en el Bierzo".

Llegamos casi a las tres de la tarde a Ponferrada. Llamamos a Víctor Ruisánchez para organizarnos con el reparto de ejemplares por las librerías de la ciudad durante la tarde antes de la presentación. Víctor se encargó de las fotos del libro y también firmó un magnífico relato en el libro. "Misterio en el Bierzo", lo digo ahora, no hubiera sido lo mismo sin esas fotografías suyas, que tanto muestran pero que, al mismo tiempo, dejan la mente libre para llegar a cada uno de los relatos. Víctor se ha involucrado a fondo en el proyecto. Transmite esa energía que te inyecta el entusiasmo necesario para creer aún más en aquello en lo que pretendes crear.
Quedamos en el Castillo de los Templarios, magnífica construcción que posee un encanto sólo al alcance de quien se deje llevar por su atracción. Víctor nos cuenta las penurias que atravesó la edificación en otros tiempos, donde la barbarie de algún rector municipal le llevó a proyectar... ¡un estadio de fútbol!


Foto de Víctor Ruisánchez para el relato "Blackout Bus" de Manolo D. Abad en el libro "Misterio en el Bierzo".

Me he olvidado la gorra, lo que para quien ya ha sentido el acecho de un atisbo de cáncer de piel cogido a tiempo no es buena señal. El sol de Ponferrada aplasta con todo su esplendor. Tengo hambre, bastante hambre. Son casi las cuatro de la tarde y el tiempo apremia, pues a las siete nos espera el Munic de Carracedelo, la presentación del libro "Misterio en el Bierzo". Quedamos con Víctor para después del almuerzo y realizar un primer reparto por algunas librerías antes de ir al hotel. Javier se empeña en ir a una plaza, sitiada por las obras en la Torre del Reloj, lo que nos retrasa aún más. 
-¡Que nos van a cerrar la cocina, Javi!
Javier no tiene prisa, algo raro en él. Finalmente, encontramos un buen sitio para comer. Buen vino, buenas viandas, atención exquisita. Mi vieja camiseta de Nick Cave & The Bad Seeds -una de ellas, me la pillé en su actuación del FIB 05, para sustituir a otra empapada tras su inolvidable actuación- está bien sudada y es el momento en que me doy cuenta de que necesito una buena ducha. 
Terminamos el reparto por las librerías de Ponferrada y Víctor nos guía hasta nuestro hotel, el Villamartín, en Villamartín de Abadía, dentro del municipio de Carracedelo, al que pertenece el Munic. Ducha breve la mía, más larga la de Javier. Es lo que tiene una larga melena...


Aspecto del MUNIC de Carracedelo en la presentación de "Misterio en el Bierzo" el 14 de julio de 2021.

Llegamos a tiempo al MUNIC y me invade esa sensación, ese hormigueo en el cuerpo, de si las cosas saldrán bien, de si vendrá gente... el ansia de lo que en un momento sucederá. Hay quien se abstrae de ello, pero a mí siempre me ha costado, aun a sabiendas de que es algo que se escapa de todo control. Que lo que tenga que ser, será. Tenía en la mente lo sucedido el 24 de abril, que no podía ser mejor, y en aquellas circunstancias, con un salvoconducto en el móvil, con todo lo vivido en todos estos meses de pandemia, con el recuerdo de mi madre fallecida sólo unos meses antes, con el barullo mental de lo acontecido.


Una de las "pallozas" -construcción típica del Bierzo- que forma parte del MUNIC de Carracedelo.

Silvia Blanco, directora del MUNIC, nos recibe, afectuosa, nada más llegar. Hay que dejar más libros de "Misterio en el Bierzo" a la venta, que el catálogo de Más Madera ya se exhibe al completo desde que estuviéramos en abril. Saludo a Jose Yebra y a Nuria, su mujer. Sin Jose dudo que todo esto hubiera sido posible. Ha sido el embajador perfecto, estrechando el vínculo entre el Bierzo y Asturias. Acostumbrados al desdén con que somos tratados en nuestra tierra, cuando no el persistente ninguneo, alguno producto de intereses creados que extienden profundas (y oscuras) raíces, llegar al Bierzo y sentirse cobijados por el interés y el cariño, es una sensación reparadora. Me entretengo (y bajo los inevitables nervios anteriores a toda presentación) observando, una a una las fotos de Víctor Ruisánchez, reunidas a modo de exposición en las paredes exteriores de las pallozas, esas construcciones de vigas de madera tan características de la zona. 
Y, por fin, llega el momento.



Aspecto del público en la presentación de "Misterio en el Bierzo" en el MUNIC de Carracedelo.

Acostumbrados a la indiferencia de los medios asturianos -salvo muy contadas excepciones- nos abruma contemplar cómo no sólo están los fotógrafos de los periódicos, de papel y digitales, sino cómo las dos televisiones de la zona están presentes y reclaman a Jose, como coordinador del libro colectivo, y a Silvia, artífice de los actos desde su dirección en el MUNIC. Agradece uno la caña para relajar nervios, mientras saludo a Ruy Vega, último compañero de mesa -somos cinco en ella- con quien aún no había tenido el gusto de hablar. Y todo comienza.


De izquierda a derecha: Manolo D. Abad, Jose Yebra, Ruy Vega, Víctor Ruisánchez.

Abre Javier, sigue Jose, Víctor y Rui, y a mí me toca el último, culminar la tanda. Recuerdo cómo surgió la idea del libro, envueltos en aquella fantasmagórica tormenta, hablando en el regreso, curva, contracurva, ahuyentando la difícil visión de una lluvia de gotas gordos que sumía cada volantazo en una nueva oscuridad. Hablo del Bierzo como nuestra "tierra de promisión", acostumbrados al generalizado ninguneo que jamás obtiene un miserable eco en la Asturias de nuestros dolores, pervertida por oscuros intereses para los que cada iniciativa de Más Madera parece suponer una amenaza que debe ser castigada con el mayor de los silencios. Viendo a las setenta personas que abarrotan el encantador entorno del MUNIC, a uno le dan igual personajillos y caciques culturales que nos desprecian con pertinaz insistencia. ¿Qué nos importan? Traspasado el Pajares, son nada, no representan nada, más que sus intereses y sus negocietes oscuros. Son nada, no representan a nada ni a nadie. Y no nos pueden callar porque seguiremos publicando, proyectando.
Aquí estamos, fuera de su alcance, que creen decisivo. Interviene el público. Una hora y media maravillosa para espantar fantasmas.


Una hora de firmas...

Y aún quedan las firmas. Otra hora más de gloria. El contacto con los lectores. Dedicatorias. Mi primera firma es para Jacqueline, que me deja su bolígrafo de color verde, al que le doy un bestial trabajo y que, en un bonito detalle, me regala al final. Prometo gastarlo en las próximas presentaciones. Sí, anhelamos ese contacto, no ya por el hecho de que se vendan libros, sino porque esa energía se desarrolla en una doble vía. Nos sentimos muy bien y lo echábamos de menos. Para quienes, como yo, hemos sufrido una pérdida crucial en estos meses, la sensación es aún mayor. Incluso, un lector de la revista "Ruta 66" (Marine) me pregunta si era yo ese, al que había leído en tantas ocasiones durante más de dos décadas. Sí, en efecto, aunque no sienta ninguna añoranza. Aquello se acabó en 2008, y emprendimos una nueva aventura. Sin nostalgias, aunque hace unos días mi excompañero Roger Estrada estuviera a punto de saltarme la lagrimina. Pero la vida ha de seguir. Y ya han sido muchas las veces que llegaron reveses.
Levantarse siempre, por más que haya quien -en su rencor y complejos, no en la Ruta, sí en otros lugares- pretenda hundirte a toda costa.


Cena en La Moncloa de San Lorenzo en Cacabelos. 

Tras las firmas, llega otra forma de distensión. Ya hemos anunciado nuevo proyecto con el Bierzo, hemos puesto a Ruy Vega en apuros anunciando que también publicará su nueva novela con Más Madera -con la que completará una trilogía- y estamos muy contentos de haber desbordado todas y cada una de las expectativas de la presentación. Unas cañas, comunicarse, intercambios, eso nos llena de energía, de la mejor energía, que nos limpia de puñaladas por la espalda, de cainismos que tanto hemos tenido que soportar en nuestra tierra de origen.
Nos vamos a cenar a Cacabelos, quien sabe si Jose Yebra hará una segunda parte para su magnífico libro de relatos "Cacabelos Stories", el vector que ha desencadenado todo esto.
Tras una espuela en el propio Cacabelos, Javier y yo emprendemos ruta hasta el hotel. Milagrosamente, llegamos sin problema, desafiando el pandemonium de rotondas y cruces...
Al llegar, con esa excitación de comprobar que todo ha salido bien, mejor incluso que en cualquiera de las expectativas, no nos apetece dormir. La noche estrellada, una plácida terraza para nosotros dos y la mujer encargada del servicio de noche, con la que hablamos durante un largo rato, nos empujan a estirar las horas. Así que, a eso de las cuatro, nos recogemos, que quedaba reparto mañanero por la comarca.


Jose Yebra se marca un selfie en la Bodega del Niño en Cacabelos.

Javier quiere prolongar la jornada en la comarca. Yo me adapto como buen copiloto, además me siento en la gloria, tras tantos sinsabores. Quedamos con Víctor Ruisánchez para un nuevo reparto. Optamos, esta vez, por juntarnos en un mismo vehículo y comenzamos el recorrido por las librerías que nos faltan de Ponferrada. Vamos bien de tiempo, con un día de sol y calor, así que, antes de quedar con Jose y Nuria en Cacabelos, tenemos tiempo de acercarnos a Molinaseca, un enclave destacado en el Camino de Santiago, con su piscina fluvial, las cuidadas construcciones que parecen un ensueño ideal para envolver un crimen terrible. Disculpen: mi cabeza ya está trabajando en mi relato para el próximo proyecto de Más Madera que coordinará Ruy Vega y que, si no se tuercen las cosas, verá la luz a finales del otoño del presente año. 
En la Panadería Señor Oso de Molinaseca... ¡se venden libros! Y "Misterio en el Bierzo", por supuesto. Es también albergue de peregrinos. Un lugar entrañable en un sitio para visitar. Nos da tiempo para una caña en la terraza de la piscina fluvial, mientras Javier "excursiona" por el puente y observa (lo hacemos todos, no se crean) las evoluciones de una guiri por el agua. Se nos hace tarde y hay que ir a Cacabelos, donde nos esperan en la Bodega del Niño, una de las pocas que han resistido a los embates de la pandemia.


"El sitio de mi recreo" en Priaranza del Bierzo.

A 0,50€ el vasovino en la Bodega del Niño, las rondas van y vienen, hasta que llega el momento de centrarse y pensar en la comida. Que luego hay más reparto por las librerías de cacabelos, el "territorio Yebra" donde Jose ha logrado su primera pica en Flandes con "Cacabelos Stories" y, ahora, su segunda con el libro colectivo que ha coordinado y en el que he tenido el honor de participar (mi trigésimo colectivo, ahí es nada, tengo que retomar contacto con Cedro, que con los derechos de autor de los isbns igual tengo para un vino en la Bodega del Niño) "Misterio en el Bierzo". Tras un agradable almuerzo, nos ponemos a la tarea. Jose se viene con nosotros de vuelta, que ha habido un problema con la matriculación de su hijo pequeño. Más bien, un olvido. Ha sido un curso muy duro para todo el profesorado... Víctor nos propone una última visita, a "El sitio de mi recreo" en Priaranza del Bierzo, un lugar que evoca días de su niñez y adolescencia. Con un nombre así, ¿quién iba a decirle que no?
El lugar está cuidadísimo. Me cuenta Víctor que el entrenador de la Ponferradina, Jon Pérez Bolo, delantero centro que creció a la sombra de... Ziganda, curiosamente, entrenador del Real Oviedo, es un asiduo del local. Y, por sus paredes, vemos camisetas del Athletic y la Ponfe, además de cuadros con, claro, Antonio Vega, Burning o Loquillo. Dos plantas, terrazas, parece increíble que haya algo así en un enclave rural. Me maravilla y me hace sentirme muy bien. Eso que soy un chico de ciudad. Pero Víctor me tiene reservada una sorpresa final.


La foto es espantosa -lo siento- sacada desde el coche mientras emprendíamos camino a casa desde Priaranza del Bierzo. Es el polideportivo de la localidad, que los chavales de la quinta de Víctor Ruisánchez llamaban "Peter Dubovsky", en honor a su ídolo, el malogrado jugador del Real Oviedo, que, con su muerte, abrió una época de terribles penurias para el equipo azul. Al vuelo, y con mi móvil, maltrecho por la resiliencia, capto el momento. 
Los regresos suelen ser pesados, pero no nos sentimos así. Jose Yebra está pendiente, en el asiento de atrás, de cómo se desarrollan los prolegómenos de un nuevo microabierto "Histeria" en el Manglar; Javier tararea las canciones de León Benavente que no dejan de sonar en el coche y yo evoco sus actuaciones, en especial la primera, cuando el gran Luiggi Tudermis me pidió en los camerinos de la ovetense sala La Salvaje una sincera opinión sobre el, por entonces, incipiente proyecto.
Al llegar a Oviedo extraño a mi madre, una vez más. Las preguntas sobre cómo fue todo. En la soledad del salón, me sirvo una copa de vino, ensimismado ante el anochecer, tras treinta horas de gloria en el Bierzo, que, espero, repitamos, pronto.

MANOLO D. ABAD