Crónicas de Vestuario. -
“El atrabiliario Martínez”
1.Que tiene mal carácter y se irrita con facilidad.
2.
adjetivo
Que es raro o extravagante.
"el accidente cambió su carácter hasta convertirlo en un hombre atrabiliario y amargado"
No lo podemos negar: el seleccionador Martínez ha pasado a la historia. Nadie se había quedado en las semis de una Eurocopa, y él lo ha conseguido. En la sucesión de “triunfos” de este particular ser, ésta no es sino una nueva muesca de hasta dónde es capaz en su sucesión de inopinados logros.
Martínez, más conocido por Luis Enrique, ha logrado cargarse la identidad que tanto trabajó Luis Aragonés (a quien desearía la muerte, pues formó parte del Real Oviedo como jugador y entrenador) en virtud de todos y cada uno de sus caprichos y de sus múltiples inventos. Olvídense de aquel conjunto estable, preciso, mesurado que construyó Robert Moreno en sus días de interinidad. Aquel equipo – era un equipo – jugaba al fútbol con precisión y rapidez. Estable en todas sus líneas. Con rapidez en el tramo final. Con gol, con confianza en todas las verssiones de cómo llegar a puerta y definir. Que el gol es el objetivo final y, casi diría, que único.
Regresó de las tinieblas de una tragedia familiar para volver a ser el mismo, en toda la maldita extensión de la palabra: dictador caprichoso y negligente, sólo conducido por su afán por dar la nota. Martínez es ese macarrilla de patio, o de barrio, que enciende una pelea, para cuando empiezan las hostias, se retira a una esquina para – como un neroncito cutre – contemplar las llamas y regodearse en ellas sabiéndose vencedor.
Todo esto ya debería ser censurable en alguien que ostenta la representación de un país, o llámenlo como quieran, pueblos de pueblos o lo que sea. Un seleccionador nacional. Pero, no. Martínez no es un seleccionador nacional de España. Es el líder. El de sí mismo. Y eso no cabe en un país como España. Él, repítanlo conmigo en el tiempo que dure el himno, Él es Él. El líder. El líder que da la cara y se esconde en el regazo del primero que pase cuando pierde. El líder que echa la culpa al primero que pase por delante con tal de no asumir la responsabilidad de sus acciones. El líder, farruco ante los medios, desafiante ante el pobre currante. El líder, trabajándose ante su jefe un nuevo jugoso contrato.
El mayor fracaso de Martínez es haber descuartizado la ilusión de los aficionados a la Roja en función de sus caprichos, de su supuesto “liderazgo”, de la permanente obsesión en que su egolatría imponga una supuesta distinción entre el caos y yo, la mierda y su gloria. Al final, venció la mierda. Al final, sus caprichos pasaron factura. Al final, ese triste sino de qué bien jugamos (¿fue realmente así o sólo un manierista recuerdo del más vacío tikitaka?), que fuimos los mejores… y palmamos como (casi) siempre, antes de que grandes seleccionadores – de todos – como Luis Aragonés o Vicente del Bosque nos condujeran a una gloria que, en las torpes manos del atrabiliario Martínez, se han convertido en un desperdicio, en una gran desgracia, una tremenda pérdida de un grupo con muchas posibilidades si hubiera estado en manos sensatas, alejadas de este ególatra consentido, cuyo mayor “mérito” ha sido dividir y enmierdar. ¡Felicidades, atrabiliario Martínez!
MANOLO D. ABAD