viernes, 4 de junio de 2021

"El mundo en torno a un balón" en el suplemento "Culturas" del diario "El Comercio"

 


DIECINUEVE VISIONES DEL FÚTBOL, HASTA PARA QUIENES LO DETESTAN

Más Madera publica un libro de relatos dedicado "a quienes aman y disfrutan del balompié por encima de los escudos"

Un libro para disfrutar del fútbol -incluso si es de los que lo detestan- desde diecinueve visiones que corren a cargo de las plumas de Iván de Santiago, Igor Paskual, Manolo D. Abad, Natalia Menéndez, César Inclán, Xuan Cándano, Ovidio Parades, Fernando Menéndez, Pablo Moro, Jose Yebra, Esperanza Medina, David S. Suarón, Lauren García, Óscar Fernández, Susana Jódar, Javier F. Granda, Ceferino Montañés, Marcelo García y Nacho García, e ilustrado con fotografías de José Luis González Fierros.

Esa es la nueva propuesta de Más Madera. Un volumen titulado "El mundo en torno a un balón" y dedicado "a quienes aman y disfrutar" del balompié "por encima de los escudos". Porque aunque los colores del Sporting y del Real Oviedo salpican muchos de sus relatos, la premisa era "ofrecer una visión diversa y completa" del que muchos llaman deporte rey, explica su coordinador, Manolo D. Abad, que les lanzó a los autores el reto de contarse y contar la vida vinculada a un esférico. 

Así que entre sus páginas está la frustración del músico Igor Paskual, que logró terminar convirtiendo  un defecto en virtud: "Soy superfutbolero. Me flipa el fútbol, pero siempre se me dio fatal. Así que, cuando cogí una guitarra, le metí muchísimas horas ensayando porque no hubiese podido soportar un segundo fracaso".

Pero es que, además, en las pachangas del colegio, condenado a ser un mero espectador por no dominar el arte del balón ("fuera de ese rectángulo de líneas blancas, se encontraban las subespecies habituales: el gordo, el de gafas, el marica, el empollón, las chicas... y yo"), Paskual descubrió que "los partidos duraban más allá que el propio partido": todo lo que sus compañeros que sí hacían virguerías en el terreno de juego quisieran seguir recreándolos tras el pitido final. "El famoso relato". Y es que "un partido se juega dos veces: el que dura noventa minutos y el que se narra". Y, entonces, decidió que estaría cerca de un deporte que le apasiona "a través de la escritura", consiguiendo "nada menos que ser cronista de los partidos de el Sporting en EL COMERCIO".

También a la infancia se remonta Ovidio Parades, que recuerda que hubo un tiempo en su niñez, en los ochenta, "en los que si no te gustaba el fútbol eras tildado de inmediato por tus compañeros de raro.  Y raro, a pesar de su claro significado, quería decir más bien afeminado, bujarra, marica, maricón".

Habla Parades de palabras que sonaban "altas, claras y poderosas" y que "hacían daño". Insultos que,a veces, llegaban acompañados de agresiones físicas. De que el niño que fue "tardaría muchos años en superar todo aquello. El niño se hizo hombre con el miedo pegado a sus espaldas". Y "aunque las cicatrices no son fáciles de ocultar", a día de hoy, al filo de los cincuenta, ha superado felizmente aquel acoso. "Eso, sí: ni lo sigo ni me interesa. Respeto a quien sí tenga interés por él, pero yo, si estoy viendo el Telediario y llegan las noticias sobre fútbol, cambio de canal", sonríe ese a quien un día hicieron sentir "el bicho raro, el perro verde, el estúpido". 

En esa misma época colegial, en el barrio ovetense de La Tenderina, sitúa Iván de Santiago su narración, en la que narra los padecimientos de su compañero de aulas "Ricardo el Gordo" a manos de sus pequeños verdugos. "Se le explicó clara y contundentemente que no podía jugar porque era un gordo, y los gordos sudan y no corren, y son una rémora para el equipo. Así de explícito y cruel". El mismo Ricardo que, luego, bajo los palos, se convertiría en blanco de los penalties que le enrojecieron el cuerpo con cada lanzamiento.

Un relato de la oscuridad que se cierra en La Habana de los dos mil, cuando De Santiago -que dejó de ir al Tartiere para no sufrir y "por lo que pudiese pasar" con su corazón- se dispuso a ver un encuentro callejero en el que una niña lanzó un derechazo como un cohete. 

"Me acerqué a la madre de la niña del tiro al poste:

-Perdone, señora. ¿Aquí las niñas y los niños juegan mezclados?

Me miró con cara de extrañeza.

-¿Cómo "mesclados", muchacho?

-Juntos, en el mismo equipo.

Hizo un gesto con la mano abierta, como si apartase una mosca.

-Claro, muchacho. ¿Por qué no? ¿Tú, de dónde vienes, de Alaska o de la Luna?

Me quedé mirando el partido unos minutos más. Ganó el equipo de la chica morena y alta por dos a uno".

Y, pese a que ahí se dio cuenta "de que el futuro es más luminoso ahora", Manolo D. Abad -un "hombre de fútbol" que hizo de utillero "limpiando vestuarios y recogiendo calzoncillos" y que encabeza su relato con cinco frases de Nick Hornby- sabe de primera mano que "todavía te encuentras entrenadores que pretenden que los niños de diez años  actúen como profesionales y salgan a matar en lugar de a divertirse, que es lo que tienen que hacer". Por no hablar de algunas de las actitudes de los padres en las gradas. Ay, los padres.

Y, pese a todo, "a que el fútbol se ha mercantilizado y es mucho peor que el que se jugaba antes, cuando era mucho más puro, su calendario sigue marcando nuestras vidas", así que ningún autor "ha caído en achacarle todos los males del universo, que solo son culpa de la avaricia" y pocos se sustraen al influjo del balón. Porque, como dejó dicho el gran Di Stéfano "marcar un gol es como hacer el amor".

AZAHARA VILLACORTA

Publicado en el suplemento "Culturas" del diario "El Comercio" el viernes 4 de junio de 2021