BARCOS HACIA EL FUTURO
Barrio de la Tenderina, Oviedo. Asturias. España
(Momento indeterminado que la memoria remota sitúa entre finales del año 1981 y mediados de 1982)
Salíamos del catecismo a las 6. Y tras el catecismo, sin duda alguna, había partido de fútbol en el “campo de la iglesia”. Salvo que hubiera una catástrofe nuclear – o incluso con ella -, salíamos de los salones superiores de la parroquia a la carrera con el único fin de dividirnos en dos grupos, tirar el balón al centro y “echar” (que no “jugar”, eso es un término finolis) un partido.
Tierra y polvo en el calor, barro en el frío. Ni rastro de un césped que en esos tiempos se reservaba para los jardines de los chalets. Un campo inclinado que se ocupaba por partes alternas para que cada uno enfrentase el obstáculo natural en uno de los dos tiempos del partido. Mochilas a la banda, jerseys como postes de la portería, y a jugar. Sin más preámbulos, sin más añadidos. Fútbol en estado puro. De ese que decían, en el año siguiente, se iba a ver en todos los campos del país y se iba a celebrar en todos las gradas de los campos que albergarían el Mundial de fútbol de España 1982.
IVÁN DE SANTIAGO