Crónicas de Vestuario. -
“Plagas y maldiciones”
No
nos cansamos de recordarlo y, en esta columna, lo hemos hecho en más
de una ocasión: la Copa no es el torneo del Real Oviedo. Es su
competición maldita. La maldición se remonta a la primera temporada
del equipo en Primera División -el primer once asturiano que jugó
en esta categoría, por cierto- la 1933-1934. El
conjunto azul se plantó en semifinales contra el Valencia. En el
encuentro de ida los azules se impusieron por 0-2 en Mestalla. Todo
parecía a favor de cara al partido de vuelta en Buenavista, pero
ocurrieron varios hechos que conducirían a la derrota y al inicio de
este infortunio. El entrenador -Emilio Sampere- decidió que no
jugara Gallart, mientras los valencianos llegaban con un cuadro de
reservas. Por su parte, la directiva azul -henchida de euforia-
tomaba la decisión de subir una peseta el precio de las entradas, lo
que motivó que la afición se negase a pagar un duro y apoyar al
equipo en aquel partido histórico. Gradas vacías, relajación azul
y triunfo ché por 1-3, siendo, además, la primera derrota oviedista
en esa temporada. De modo que la Copa se ha
cobrado su deuda, pertinazmente, durante más de ochenta años.
¿Cuándo terminará esta maldición? ¿Habrá que pasar el agua o
concelebrar algún ceremonial así para acabar con ella?
La otra maldición, ésta
más reciente, se ha manifestado en forma de plaga de lesiones. Las
hay de todo tipo y condición. Si fueran musculares todas ellas,
quizás podríamos achacar algo al cuerpo técnico, pero cuando a un
jugador como Patrick Hidi le pisan justo en el sitio peor o, como
ayer, Edu Cortina se disloca un brazo, uno empieza a buscar espíritus
negativos como si ello dependiera de un parapsicólogo.
Volviendo a lo
futbolístico, el once azul pagó su atolondrada salida -toda una
especialidad en los ya superados tiempos con Fernando Hierro al
frente- y el Numancia, que siempre arranca con fuerza las temporadas
desde que Jagoba Arrasate está al frente, no desaprovechó su
oportunidad. El conjunto de Anquela trató de reaccionar, liderado
por un Ramón Folch cada vez más asentado, potente, poderoso. Al
grupo de destacados se sumó un Yeboah bullidor, con ganas y
profundidad, además de una visión futbolística muy vertical que, a
pesar de que aún necesite acoplarse con sus compañeros, ya dejó un
camino abierto a la esperanza. Para no variar en esta tendencia a la
que se ve abocado el Real Oviedo, abandonaría en los minutos finales
con problemas en un muslo. Cotugno es otro de los que va a más,
atreviéndose más en ataque y mostrándose contundente atrás. Lo
mismo que un Mossa que volvió a ser aquel que había sido
considerado la temporada anterior como el mejor lateral izquierdo de
la categoría. Un jugador que ofrece múltiples variables en una zona
donde, si logra compenetrarse con Saúl Berjón, puede producir
verdaderos estragos. Menos mal que Forlín sí que dejó detalles de
su categoría, además de ser un futbolista con mucha más
versatilidad que el resto de centrales azules.
Entre lo malo, un
Valentini que palideció incluso ante el canterano Prendes y un Rocha
gris, además de un Miguel Linares en un estado de histeria total que
hace aumentar su desacierto. Y para prueba el pésimo lanzamiento del
penalty en el segundo acto. La falta de puntería es otro de los
puntos donde los azules flojean y en el que ha de haber una mejoría
lo antes posible.
Vísperas del derby más
deseado. Y es que una generación de asturianos se ha perdido estos encuentros y la
ansiedad por vivirlos entre los más jóvenes -sobre todo, los
azules, que se han arrastrado tanto tiempo por el barro entre las más
crueles chanzas de esos vecinos que ahora piden con descarada
hipocresía “rivalidad sana”- hacen del partido del sábado uno
de los más especiales de cuantos hayan jugado los dos “eternos”
en toda su dilatada historia de enfrentamientos. Es de desear que
todo discurra sin incidentes graves y que, al final, podamos
olvidarnos de maldiciones y plagas ante un conjunto como el
sportinguista que llega líder, invicto e imbatido, con su puerta a
cero, y dando buenas sensaciones. El choque de los eternos rivales
irreconciliables está servido. Eso que algunos nunca creyeron
volvería a suceder. Pues, bien, sea cual sea el resultado, ya está
aquí de nuevo, como una bendita lección de supervivencia azul para
la historia del fútbol.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS