Crónicas de Vestuario. -
"El regreso de los resucitadores"
Avisaba Juan Antonio Anquela durante la semana sobre el
partido-trampa que suponía el choque frente al Albacete y sus
temores se hicieron realidad en un encuentro espantoso sobre el que
se impone una reflexión profunda. Sin dramatizar, sí, pero
estudiando cómo la falta de actitud puede conducir a una catástrofe
como ha sido la derrota ante el entonces colista. Está muy bien
mostrar fortaleza en casa. Está fenomenal y llena de orgullo
rivalizar (y vencer) a equipos que van de líderes, pero si ante un
equipo en ruinas como el Albacete no se le machaca y se le ofrece la
posibilidad de levantarse, perdiendo el control del partido y con una
actitud errática, por no decir que indolente, poco podremos creer en
que esta sí puede ser nuestra temporada. Ilusionar a una afición
llena de esperanza.
Como en un dejà vu de la campaña anterior, el Real Oviedo volvió a
tirar una primera parte frente a un rival envuelto en las dudas de su
posición en la tabla, con una atonía y falta de profundidad
lamentables. Con un público en contra y sin aportar nada que no
fueran balonazos a la zona de Zozulia. Contagiados los azules se
empeñaban en lo mismo, buscando entrar por el centro, desdeñando
las bandas, sin ritmo, velocidad ni control. Y, además, sin tirar a
puerta ni una sola vez. Lo peor que se le ha visto al once azul en
todo lo que llevamos de temporada y partidos de preparación.
La segunda parte comenzó con un equipo algo más animado, intentando
la profundidad y lanzándose bien al contragolpe -otra de las
asignaturas pendientes del primer acto- como en un uno-contra-uno que
marraría Aarón Ñíguez tras un pase genial de Saúl Berjón. Con
esa leve mejoría llegó el gol tras una rechace del guardameta
albaceteño después de un corner que culminó con nitidez Christian
Fernández. En vez de mantener el control del partido, éste se
desmadra tras una acción entre Héctor Verdés y Zozulia. El
polémico ucraniano levanta al central y lo saca de los límites del
terreno de juego tras una fuerte entrada. Rifirrafe entre varios
jugadores que saca al equipo del partido e impulsa al queso mecánico,
hasta ese momento queso algo rancio y nada mecánico. Al golazo
inapelable de Bela siguió el lanzamiento -sin que nadie lo tapase-
desde la frontal de Quim Araújo que se tragó un Juan Carlos muy
desafortunado durante el regreso ante su exequipo. Dos minutos antes,
Linares había tenido la sentencia en un remate de cabeza limpio que
tocó la cruceta.
No
llegó la reacción a pesar de que los cambios buscaron frescura. El
centro del campo no carburó nunca y la deseada profundidad tampoco
se halló. La conclusión es clara: si a un equipo alicaido no se le
sentencia, si se le deja crecer mientras transcurren los minutos con
atonía, casi desdén, se conceden todas las papeletas para estar a
expensas del azar. De un zapatazo genial o de una cantada de un
portero que no presenta su mejor estado de forma ni se le ve con
confianza. Tiempo de recapacitar. Tiempo de levantarse y reaccionar.
Como dijo Theodore Roosevelt: “Es duro fracasar, pero todavía es
peor no haber intentado la victoria”. Esperemos que sea la última
vez en mucho tiempo que hayan regresado -desde las catacumbas de la pasada campaña-
los “resucitadores”.
MANOLO
D. ABAD
Foto:J.
L. G. FIERROS