Crónicas de
Vestuario. -
“Ni
orgullo, ni valor, ni garra”
“He sido un jugador
muy vulgar, un jugador muy normal, pero reivindico esos valores, era
pundonor, era saber que estabas en un equipo grande, en un equipo
importante y era la única forma de sentirte futbolista. Es que el
Real Oviedo encierra mucho y esa camiseta azul creo que fue lo que
nos hizo estar arriba con jugadores que eramos normalitos, con
presupuestos muy inferiores a los equipos de cabeza.
La gran mayoría, eran jugadores mediocres, y lo
sabían. Pero conducidos por unos entrenadores que también lo sabían
y eran conscientes de ello, entre ellos Irureta, se grababan “a
fuego” ese lema de nuestro himno de “orgullo, valor y garra”, y
daban todo y más por la camiseta del Real Oviedo. Y pensaban que el
Real Oviedo era un “equipo grande”, y no simplemente como muchos
jóvenes de hoy, un escalón"
(Antonio Gorriarán, exjugador del Real Oviedo)
Se veía venir, aunque
algunos se empeñasen en cerrar los ojos y en intentar tapar las
voces discordantes. El Real Oviedo plasmó en Córdoba uno de los
mayores ridículos futbolísticos que se recuerdan en toda su
historia. Un insulto a su afición y a su memoria Una ofensa a los
valores del equipo azul, a su orgullo, valor y garra.
Fernando Hierro, a quien
hace unas semanas le pedimos que tuviera la decencia de dimitir (y
nuestros disgustos nos costó y, más que probablemente, nos
costará), ha demostrado su incompetencia hasta unos límites que han
hecho que el nefasto David Generelo parezca a su lado campeón del
mundo. Ha superado sus números, ya de por sí patéticos, en un rush
final de tres puntos de veintiuno posibles. A ello hay que añadir la
imagen ofrecida por su equipo: desnortado, impotente, desalmado,
rutinario, timorato y fallón hasta extremos inimaginables. Una
segunda temporada que se vuelven a tirar por tierra unas
oportunidades reales. Una segunda temporada en la se matan las
esperanzas de una afición que merece alimentarse de ilusiones y sólo
encuentra motivos para el enfado, la decepción y el hartazgo.
Poco queda que añadir al
deplorable espectáculo ofrecido en estadio de El Arcángel, un
desastre sin paliativos ni excusas que el todavía entrenador azul
despachó aludiendo al “carácter” de los jugadores. Se ve que
eso de asumir responsabilidades no va con él. Que él es inocente.
Que los entrenadores no influyen en el devenir de los equipos. Que no
definen ni su carácter ni su forma de juego. Que nada, pasan por
ahí, firman el acta y pasan por caja a fin de mes tras cumplir la
misión de decir obviedades en ruedas de prensa y colocar los
futbolistas como si estuviéramos en una playstation.
Por supuesto,la
responsabilidad fundamental pertenece a quien le puso, a quien se ha
vuelto a atrever a repetir el mismo error de situar a un aprendiz
incapaz de aprender y que tan sólo ha venido al Real Oviedo a hacer
su máster, hundiendo a un equipo y una afición, a sus esperanzas y
anhelos.Un entrenador totalmente incapaz de imponer estilo. Un entrenador timorato y sin carácter, que contagió su debilidad e ignorancia sobre cualquier concepto futbolístico a una plantilla que también ha bajado los brazos demasiado pronto. Una plantilla que sólo hablaba de finales, pero no mostraba el más mínimo compromiso con el equipo ni con su afición ni con la ciudad que le daba cobijo.
Mucho deben cambiar las
cosas para que todo esto cambie. Para que se vuelva a confiar en la
cantera, a la que Fernando Hierro ha dado la espalda, convirtiéndose
en el primer entrenador del Real Oviedo en muchos años que no
asciende a un sólo jugador de la cantera (otra muesca para demostrar
esa falacia de que venía con un “proyecto de futuro”, ¡menudo
futuro con la plantilla más vieja de la categoría y un montón de
jugadores de más de treinta años sin otra ilusión que la de cobrar
puntualmente!). Para que se contrate a un señor entrenador, con
conceptos e ideas claras, con voluntad férrea y autoridad. Para que
se haga una limpieza de un vestuario que sólo genera dudas por su
repetida actuación en estas dos últimas temporadas donde han echado
por tierras las ilusiones de ascenso de la forma más oscura e
incomprensible. Para que la afición recupere esas ilusiones que
tanto han alimentado a los azules en los peores momentos. Para que,
en definitiva, estos vergonzosos e incomprensibles meses no vuelvan a
repetirse en el futuro. Para que se devuelva el orgullo, el valor y
la garra, que se han mancillado en la nefasta tarde cordobesa y en
muchos de los partidos fuera de casa de esta temporada.
MANOLO D. ABAD
Fotos: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS