Vetusta
Blues. –
“Ola
de calor”
En días
de calor y sol, con ese bochorno que nos entrega Oviedo, uno bendice
de nuevo la alternativa del Campo de San Francisco como opción para
respirar y librarse de esa pegajosa sensación que transmiten las
altas temperaturas. La ciudad se despereza sin prisa en las
prematuras mañanas de un verano tórrido y esas tempranas horas son
las ideales para disfrutarla al máximo.
Cuando
uno retoma el pulso de la capital tras haber estado unos días de
descanso fuera de ella, nuevas sensaciones parecen mostrarse. Es un
redescubrir rincones olvidados, las ramas de un árbol, los colores
de los patos en el estanque, el rostro de Palacio Valdés escrutando
qué nos ha sucedido en estos días en que no nos hemos visto, la
charla con el kiosquero que nos comenta el show de la elección del
nuevo (o viejo) presidente del Principado, las sidras con el círculo
íntimo de amigos, los nuevos fichajes del Real Oviedo. Abrir las
ventanas de casa y que corra el aire.
¡Y cómo
corre el aire en la ciudad! Aunque algunos reclamen la visibilidad
del nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento, de ese tripartito
donde algunos tratan de encontrar fracturas en las que hacer sangre,
la impresión es que se está trabajando duro y de manera callada.
Sin grandes declaraciones que no hacen falta. Ajenos a quienes tratan
de enmarañar como en veinticuatro años no lo hicieron, en un
silencio cómplice que ahora, con su falso e impostado cacareo, les
hace quedar en evidencia. Es curioso que, de repente, haya tantos
problemas sin solución que, tan sólo unos meses antes, no parecían
existir. ¡Ay, la hemeroteca, ese enemigo de tantos y tantos que
hacen del politiqueo razón de existir!
Uno de
los desafíos que la nueva corporación se ha encontrado es el de los
contratos firmados a destiempo –en tiempo de “en funciones”, y
que no fueron precisamente pocos- y que está lastrando las acciones
y los posibles nuevos proyectos. Cuando hablamos de aquel todo atado
y bien atado no imaginábamos las dimensiones de esos vínculos, que
siguen dislocando el buen funcionamiento de la ciudad. Pero es igual,
no hay marcha atrás en este nuevo camino. Algunos podrán poner
piedras con tal precipitación que ni cien días han querido dejar en
la cortesía que a todo gobernante debería concedérsele, pero
tengo claro que algunas buenas muestras ya se dejan ver en Oviedo.
Que se lo pregunten a esos niños que disfrutan de los comedores
veraniegos, por ejemplo. Sólo esperamos (y deseamos) que esa
pequeña, pero radical, realidad sea sólo la primera prueba de que
las cosas comienzan a transformarse en la ciudad para bien de la
mayoría de ciudadanos.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 11 de julio de 2015