Vinilo Azul. –
“Aquellos conciertos de San Mateo”
Hubo un
tiempo en que aguardaba las fiestas de septiembre en Oviedo, las de
San Mateo, como un momento especial donde habría la posibilidad de
asistir a excitantes conciertos con los que alimentar la progresiva
curiosidad musical que iba creciendo desde mi edad preadolescente. El
bautismo de fuego tuvo lugar en la Corrada del Obispo, un 19 de
septiembre de 1983, con quince añinos y unos meses. Tuve la suerte
de disfrutar de una de las bandas asturianas con mejor directo de la
época: Modas Clandestinas. El impacto me haría seguirles a muchos
más conciertos en los siguientes meses. El cuarteto encabezado por
Fran Elías a la voz y la guitarra (hoy al mando de los excitantes
The Traveling Zoo) repetiría en el cartel de las fiestas ovetenses
del siguiente año, ya en la plaza de la Catedral, junto a los
asturianos El Contacto y Salón Dadá y unos de mis favoritos de
entonces, los madrileños Derribos Arias, cuyo líder –el
extravagante Poch- acabaría viviendo unos meses de locura en la
ciudad años después. El momento glorioso de ese año, la primera
cita con una leyenda de la historia universal del rock, llegaría
tres días después –el 21 de septiembre de 1984- con la actuación
del gran Eric Burdon en la plaza de toros. Los flashes de aquello aún
me iluminan en una difusa despedida con el clásico “The house of
the rising sun” como colofón.
Supongo
que es a esas edades donde empiezan a grabarse un universo de
sensaciones que luego perderán una parte de su componente emocional
al repetirse con más frecuencia. Esas mariposas en el estómago, esa
excitación previa, se quedarán para ocasiones muy concretas o muy
deseadas, la de los encuentros en vivo con quienes se han convertido
en nuestros favoritos. Pero entonces, con quince o dieciséis años,
eran todos y cada uno de los momentos en que se fuera a levantar el
telón para dar paso a la música en directo los que se convertían
en magia. Como mágico fue ver a los norteamericanos The Long Ryders
en la plaza de toros el 19 de septiembre de 1986. Se unieron la
excitación por ver a una banda en lo más alto de su carrera, en
pleno esplendor de ese Nuevo Rock Americano que ya sumaba en sus
filas a figuras capitales como unos incipientes R.E.M., los
irrepetibles Dream Syndicate o los excitantes Violent Femmes, al
tiempo más dulce de su propia trayectoria. Tenerles ahí, ofreciendo
un conciertazo que se quedó grabado para siempre, en su mejor
momento, supuso uno de los más importantes saltos de calidad de las
fiestas de San Mateo ovetenses. Muchos más nombres llegarían
después, pero pocos unieron estado de forma y momento álgido de
popularidad como ese.
Con el
paso de los años, la espera por los conciertos de San Mateo
desapareció. Poco interesante había: los olvidables “éxitos”
de temporada, muy pocos conciertos para enmarcar en un lugar
privilegiado, excesiva rutina de artistas repetidos y repetidos hasta
la saciedad en tantos y tantos carteles de tantas y tantas capitales
de provincia de España. Ya sólo quedaba esperar a la casualidad o
encerrarse en la plaza de Feijoo para tomarse una cerveza con las
formaciones asturianas que se jugaban el premio del concurso de rock.
El resto eran baldías apreturas, saldos de caducas radiofórmulas,
estrellonas patrias por las que no gastaríamos un euro en
circunstancias normales ni por uno de sus discos ni, mucho menos, por
uno de sus conciertos. Y ya en estos últimos años, llegó la
privatización de las fiestas con la que tirar la toalla en cada
excursión a la carpa multichachiguay de los escándalos.
Se abre
un nuevo panorama en la ciudad con la recuperación de las fiestas
populares en Oviedo, aunque aún no sepamos si será con programación
paralela a la carpa multichachiguay o no, dados los contratos
apresuradamente firmados por el anterior edil en su provisional
“alcaldía en funciones”, donde se encargó de dejarlo todo atado
y bien atado. En caso de recuperar el modelo, sí debería tenerse en
cuenta cómo, transcurridos los años, algunos de los nombres que
permanecen en el recuerdo son los de Van Morrison, Aztec Camera, Eric
Burdon, Kevin Ayers, The Long Ryders o The Chieftains. Y cómo otros,
los de esa atribulada patraña del efímero éxito masivo en ventas
amañadas o del “para todo el mundo” (mentira extendida con la
mendacidad de una supuesta verdad universal), viven un ganado olvido
en esa mente-en-blanco de aquellos para los que la música no
representa en sus vidas más que un sordo ruido de fondo.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 19 de julio de 2015