Crítica. Música. –
“Bajo un trillón de estrellas”
LUNA + FLOWERS
Gijón Sound Festival
Albéniz, Gijón.
Viernes 17 de abril de 2015.
Explican Luna su regreso tras una
década de silencio para cuidar su legado. Tantos kilómetros recorridos, tantas
aventuras, demasiadas desventuras… para, con el transcurrir de los años, darse
cuenta de una esencia propia, personal, casi irrepetible en un mundo como el
alternativo que trata de escapar a todas las convenciones que nos asolan con
pertinaz insistencia. Esa vía que abrió Velvet Underground, continuaron Televisión y recogieron ellos es un camino
singular que ha enriquecido el rock para aquellos que deseen sentir emociones
únicas.
Y es esa reivindicación de su
alternativa la que les hace fuertes en su regreso. Porque hay vueltas
justificadas que vienen a poner en su sitio talento, actitud y esencia. A Luna
les sobra por los cuatro costados cada una de ellas. Sólo hay que dejarse
enredar por las guitarras de Wareham y Eden, hilo fino que comunica con los que
creíamos irrepetibles Lloyd y Verlaine, mecerse en sus claroscuros vitales que
tan pronto nos narran el momento de asomarse al abismo en medio de lo que
supuestamente es el éxito (“Chinatown”) como el de ese instante en que reímos
por no llorar (“Tracy I love you”). Definiciones de vidas que no se llenan con
las repeticiones de las jugadas más interesantes sino que transcurren en
pequeñas viñetas, a veces imperceptibles, otras memorables, casi sin darnos
cuenta, en una sucesión de guitarras excepcionales que transforman el concepto
de psicodelia en algo superior. Flotar sería la palabra, como si las notas
libres de Wareham y Eden nos llevasen a unas aguas tranquilas en medio de la
tormenta de la vida, en esas estampas agridulces que nunca verás llenando las
grandes biografías de nadie. Casi como las que retrató el propio Dean Wareham
en su imprescindible autobiografía “Postales Negras”.
Jesús Palacios definió mi cuarto
libro “Justos por pecadores” como “romanticismo gélido”, y no se me ocurre
mejor descripción para la música de Luna –discúlpenme la automención- que se
desliza hasta el interior con ritmo pausado pero profundo, con hipnosis de guitarras
envolventes y la voz nasal de la antiestrella aguda e inteligente que es Dean
Wareham. Luna se marcan uno de esos conciertos magníficos, a dos guitarras
capaces de todo, respaldados por una base efectiva y sin alharacas, con el
magnético Lee Wall llevando el ritmo con una precisa discreción que se enrosca
en la sugestiva atmósfera guitarrera, bien respaldado por la mesurada
puntuación de Britta Phillips.
La magia de unos alquimistas
únicos, que trazaron en su búsqueda un camino nada trillado, iluminaron con su
clase uno de esos conciertos para conservar en la memoria, alejados de
convencionalismos, recuperando los sueños de que un día algo podría haber
cambiado en una escena empeñada en repetirse como una pesadilla. El legado
permanece vivo y coleando para quien desee impregnarse de su peculiar hechizo.
MANOLO D. ABAD
Fotos: M.D.A.
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 19 de abril de 2015