sábado, 6 de diciembre de 2014

De baldosas-trampa y otras llovidas


Vetusta Blues. –“De baldosas-trampa y otras llovidas”


La lluvia ha venido para quedarse en Oviedo, con algo de retraso respecto a otros años. Hemos gozado de un inicio de otoño espléndido, ideal para disfrutar de los colores pardos y rojizos que iluminan el Campo de San Francisco. Pero también la lluvia concita nuevos problemas, ocultos por la bonanza del tiempo casi primaveral. La primera es descubrir cómo se han multiplicado las baldosas-trampa. ¿Cómo? ¿No las conocen? ¿Nunca les han empapado hasta casi la cara tras pisar una de ellas colmada de agua y barro? Los restos de ferias, tránsitos de vehículos pesados y otros aplastantes transportes destruyen los suelos de la ciudad con una atroz persistencia, año tras año. Quizás sea la esclavitud que pagamos los ovetenses por tanta zona peatonalizada, un lujo para el paseo… siempre y cuando no les toquen los días y las horas de carga y descarga, claro. Porque entonces la plácida travesía se convierte en una de las muchas carreras de obstáculos de nuestro devenir diario por las calles de la ciudad.

El suelo que pisamos, por cotidiano, apenas nos hace detenernos en los detalles, inmersos como estamos en temas trascendentales y –sí, por supuesto- vitales. Ello trae a mi memoria el desdén de un famoso traumatólogo que despreció un uñero que me estuvo torturando durante más de tres años. Recuerdo haberle espetado al médico lo siguiente: ¿sabe usted cuantas veces pisamos al día? Pues por cada una de esas ocasiones sepa que yo siento dolor. A continuación, el adolescente fastidiado que no podía practicar deporte a causa de la soberbia negligencia de un doctor que quizás prefiriese resolver graves y grandes problemas en articulaciones diversas, contó con la complicidad de su madre que acabó encontrando a otro titulado y gran persona que le solucionó el asunto para siempre. Otras baldosas con peligro son las deslizantes. ¡Atención a ellas! Nuevas, sin pulir, sin cierto empedrado por donde discurra el agua, resultan letales. Me fijo en como hay calles donde el modelo de baldosas que pisamos cambia cada pocos metros, lo que tampoco ayuda.

Y ya que mencionamos en el título a “otras llovidas”, en recuerdo a aquella acepción (“llovida asturiana” como respuesta a la “movida madrileña”) que acuñase Juanjo Barral hace muchos años en el extinto diario “Correo” para referirse a la efervescencia cultural en la Asturias de finales de los 80, hay más elementos nuevos que nos trae el aumento de la pluviosidad. Por ejemplo, esta misma mañana, un salvaje con un BMW que se aproximó a un charco limítrofe con la acera sólo para darse el retorcido placer de salpicar (y bañar, maldito animal) a una octogenaria que paseaba con su bastón con evidente dificultad. Lástima no haber anotado el número de su matrícula… O la batalla de los paraguas, visto que nadie encuentra el momento de evitar el choque, como en aquella canción de Toli Morilla “Alquitrán” de su estupendo álbum “Entropía”. Esperemos que, según vaya avanzando el otoño hacia el invierno, la gente vaya acostumbrándose a las nuevas circunstancias y podamos encontrar un poquito, solo un poquito, de buena educación para convivir sin sobresaltos.


MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 6 de diciembre de 2014