Vetusta Blues. –“De baldosas-trampa y otras llovidas”
La lluvia ha venido para quedarse
en Oviedo, con algo de retraso respecto a otros años. Hemos gozado de un inicio
de otoño espléndido, ideal para disfrutar de los colores pardos y rojizos que
iluminan el Campo de San Francisco. Pero también la lluvia concita nuevos
problemas, ocultos por la bonanza del tiempo casi primaveral. La primera es
descubrir cómo se han multiplicado las baldosas-trampa. ¿Cómo? ¿No las conocen?
¿Nunca les han empapado hasta casi la cara tras pisar una de ellas colmada de
agua y barro? Los restos de ferias, tránsitos de vehículos pesados y otros
aplastantes transportes destruyen los suelos de la ciudad con una atroz
persistencia, año tras año. Quizás sea la esclavitud que pagamos los ovetenses
por tanta zona peatonalizada, un lujo para el paseo… siempre y cuando no les
toquen los días y las horas de carga y descarga, claro. Porque entonces la
plácida travesía se convierte en una de las muchas carreras de obstáculos de
nuestro devenir diario por las calles de la ciudad.
El suelo que pisamos, por
cotidiano, apenas nos hace detenernos en los detalles, inmersos como estamos en
temas trascendentales y –sí, por supuesto- vitales. Ello trae a mi memoria el
desdén de un famoso traumatólogo que despreció un uñero que me estuvo
torturando durante más de tres años. Recuerdo haberle espetado al médico lo
siguiente: ¿sabe usted cuantas veces pisamos al día? Pues por cada una de esas
ocasiones sepa que yo siento dolor. A continuación, el adolescente fastidiado
que no podía practicar deporte a causa de la soberbia negligencia de un doctor
que quizás prefiriese resolver graves y grandes problemas en articulaciones
diversas, contó con la complicidad de su madre que acabó encontrando a otro
titulado y gran persona que le solucionó el asunto para siempre. Otras baldosas
con peligro son las deslizantes. ¡Atención a ellas! Nuevas, sin pulir, sin
cierto empedrado por donde discurra el agua, resultan letales. Me fijo en como
hay calles donde el modelo de baldosas que pisamos cambia cada pocos metros, lo
que tampoco ayuda.
Y ya que mencionamos en el título
a “otras llovidas”, en recuerdo a aquella acepción (“llovida asturiana” como
respuesta a la “movida madrileña”) que acuñase Juanjo Barral hace muchos años en
el extinto diario “Correo” para referirse a la efervescencia cultural en la
Asturias de finales de los 80, hay más elementos nuevos que nos trae el aumento
de la pluviosidad. Por ejemplo, esta misma mañana, un salvaje con un BMW que se
aproximó a un charco limítrofe con la acera sólo para darse el retorcido placer
de salpicar (y bañar, maldito animal) a una octogenaria que paseaba con su
bastón con evidente dificultad. Lástima no haber anotado el número de su
matrícula… O la batalla de los paraguas, visto que nadie encuentra el momento
de evitar el choque, como en aquella canción de Toli Morilla “Alquitrán” de su
estupendo álbum “Entropía”. Esperemos que, según vaya avanzando el otoño hacia
el invierno, la gente vaya acostumbrándose a las nuevas circunstancias y
podamos encontrar un poquito, solo un poquito, de buena educación para convivir
sin sobresaltos.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 6 de diciembre de 2014