Crónicas
de Vestuario. -
“Prueba de carácter”
“El
carácter se prueba mejor en las olas tormentosas del mundo”
(Johann
Wolfgang Von Goethe)
En
esta maratón que es una temporada en Segunda conviene ir bien
pertrechado para hacer frente a todas y cada una de las adversidades
que un once pueda encontrarse. Si eso ocurre contra el líder de la
categoría, con más sentido aún. Un penalty fallado y una pifia de
tu propio portero que será número uno en todos los programas
televisivos o en las redes durante mucho tiempo, podrían ser losas
si no nos encontrásemos ante un equipo sólido, compacto, un
verdadero conjunto, no una colección de nombres más o menos
ilustres. El Real Oviedo de Anquela es, a día de hoy, un bloque
coriáceo, preparado para solventar todas y cada una de las
calamidades que se encuentre en el camino con carácter, con fuerza,
con la disposición de los llamados a grandes metas.
No,
no es triunfalismo el que me inspira estas palabras. Es la misma
convicción que los azules mostraron sobre el terreno de juego del
Acoraz y que hacía mucho tiempo que no recordábamos. Sí, el
“espíritu Gorriarán”, podríamos llamarlo, que ha imbuido
Anquela a los suyos es el que nos embarga. Con una satisfacción para
alimentar ilusiones y esperanzas. Con la debida mesura, sí, que esta
maratón es larga y tan sólo hemos cumplido la mitad del camino. Y
ya saben que toda maratón tiene su “muro”, como bien conocen
tanto los aficionados como quienes lo hayan hecho alguna vez... De
modo que calma, nada de euforias ni engreimientos.
El
caso es que los primeros veinticinco minutos del Real Oviedo en
Huesca fueron para enmarcar. Con una presión que ahogó a los
líderes hasta estrangular su salida de balón, robando y, sobre
todo, con un Diegui Johannessson mostrando su prodigiosa creatividad
unida a una visión atacante profunda y certera, el once de Anquela
pudo haber resuelto el partido. Se falló el penalty, lo que ya
empieza a resultar preocupante. No importó. El equipo encajó el
golpe, bajó su ritmo y los de Rubi respiraron sin crear excesivo
peligro, ausente el excepcional Gonzalo Melero, que impregna clase
con su distinción a los líderes de la categoría.
Dice
Joseph Ernest Renan que “los golpes de la adversidad son muy
amargos, pero nunca resultan estériles”. Pues, bien, llegó un
segundo con la pifia de Alfonso Herrero que protagonizó la jugada
estúpida del año al no percatarse de la llegada de un Gallar pillo,
necesitado de anotar alguno de los muchos goles que había conseguido
en la campaña anterior con la Cultural Leonesa. Tocaba levantarse y
la llegada del descanso fue el bálsamo ideal. En mis tiempos de
vestuario he comprobado la capacidad que ciertos entrenadores tienen
para azuzar a sus jugadores a levantarse frente a situaciones
adversas. Anquela debe ser de estos, pues los azules -sin alcanzar
las cotas de los estelares minutos del primer acto- buscaron la
puerta hasta encontrarla en una jugada genial del binomio Saúl
Berjón-Aarón Ñíguez, que cada vez se complementa mejor y que
acabó en un sensacional gol.
El
empate puede saber a poco ante lo visto sobre el terreno de juego.
Pero es una de esas pruebas que fortalece al conjunto, que le hace
creer en sí mismo. Para la próxima jornada, una nueva ante un
equipo duro, veterano y correoso, muy complejo, como el Rayo
Vallecano. Si a ello añadimos la nefasta presencia de un árbitro
que ya no debería militar en la Segunda División y que mancha a la
institución que representa, como el desgraciadamente célebre David
Pérez Pallás, la empresa se antoja difícil, dificilísima, casi
una misión imposible. Lo bueno es que a este cuadro de Juan Antonio
Anquela se le ve capaz de todo. Confiemos. Con cautela, pero con
ilusión.
MANOLO
D. ABAD