lunes, 11 de diciembre de 2017

Ciclogénesis azul


Crónicas de Vestuario. -

“Ciclogénesis azul”


Se acerca el final de la primera vuelta, otra de esas fronteras que comienzan a definir las clasificaciones y el rumbo de una categoría igualada como pocas y ya parece que se empiezan a definir algunos detalles. El primero, quizás debería ser el de la humildad a la que tanto ha recurrido Juan Antonio Anquela en todas sus comparecencias ante la prensa. Se ha visto como equipos que venían -supuestamente- a pasearse en virtud de un rango perdido o de un presupuesto privilegiado por aquello de los arreglos de la LFP, han recibido esa medicina antisoberbia sobre los terrenos de juego. Conjuntos a batir, batidos en buena lid. Segundo, no conviene fiarse ni del más pequeño, por lo que bajar la guardia ante supuestas “superioridades” es perder la mitad de lo que se debería ganar. Tercero, la unión entre equipo y afición, en el caso del Real Oviedo, es ese plus que todos envidian. Ánimo, no silbidos. Unión para que la fuerza lleve en volandas a los jugadores al máximo de su entrega. Cuarto, no dejarse nada. Vaciarse. Correr hasta la extenuación. Entregarlo todo, frente a los que vienen a pasearse sin bajar del autobús, como bien dejó patente en aquella frase para la historia el inigualable Helenio Herrera.



Con estos argumentos, sumidos en una terrible borrasca que anegó el nuevo Carlos Tartiere hasta dejarlo impracticable, les tocaba a los chicos de Anquela afrontar un duelo de altura ante uno de los conjuntos llamados a ocupar posiciones de privilegio en la Segunda División. Conscientes de ello, los azules supieron asimilarse a las condiciones del terreno de juego y pronto llegó la primera gran oportunidad de marcar distancias. Un estúpido penalty del cancerbero osasunista fue marrado por un David Rocha hasta ese momento en racha. Pronto hubo tiempo de resolver el desaguisado con una gran jugada de Linares que asistió a un Diegui Johannesson que culminó con brillantez de cabeza para seguir su camino a Rusia 2018. Aunque los rojillos quisieron reaccionar, poco pudieron aportar, con un exceso de aceleración y pocas ideas futbolísticas en un terreno de juego que requería más lucidez de la habitual para manejarse en esas condiciones extremas.



El descanso les vino bien a los navarros que se hicieron con el mando del choque en los primeros minutos del segundo acto. Pero su intención fue decayendo ante un conjunto azul que deseaba dormir el encuentro. Tarea de brega, de zapa, de trabajo continuo, donde un Yeboah bullidor deslumbró con su garra y su entrega. Las circunstancias climatológicas han descubierto a un jugador incansable y con unas ganas enormes de aportar a un once que se mostró compacto y disciplinado. En esta transfiguración azul, que prolonga la racha a tres victorias consecutivas, me gustaría resaltar a dos jugadores: Forlín y Alfonso Herrero. El argentino manda en los movimientos defensivos como un auténtico sheriff, ese que no veíamos desde que se marchó Mantovani del equipo por culpa de la manía que le cogió el nefasto José Carlos Granero, quien consiguiese que se le cediera al Leganés donde explotó todas sus virtudes. Alfonso Herrero ha sabido aprovechar su oportunidad. Sobrio pero con la sabiduría para dotar de tranquilidad a sus compañeros, es uno de los argumentos que consolidan la propuesta de Anquela. Hacía falta esa seguridad y el toledano ha conseguido que sus compañeros no duden ni tengan miedo a sus reacciones.



Una gran racha abierta sitúa a los ovetenses en las posiciones de privilegio dentro de una categoría que no deja descanso y que golpea a quien se duerme. Me quedo con el magnífico detalle de los jugadores oviedistas regalando sus camisetas a los empleados de mantener el campo. Un gesto que muestra el camino a seguir: unión, humildad, trabajo. La receta que siempre ha defendido Anquela. Y aquella en la que hay que seguir perseverando.

MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS