Crónicas de Vestuario. -
“Ciclogénesis azul”
Se acerca el final de la primera vuelta, otra de esas fronteras que
comienzan a definir las clasificaciones y el rumbo de una categoría
igualada como pocas y ya parece que se empiezan a definir algunos
detalles. El primero, quizás debería ser el de la humildad a la que
tanto ha recurrido Juan Antonio Anquela en todas sus comparecencias
ante la prensa. Se ha visto como equipos que venían -supuestamente-
a pasearse en virtud de un rango perdido o de un presupuesto
privilegiado por aquello de los arreglos de la LFP, han recibido esa
medicina antisoberbia sobre los terrenos de juego. Conjuntos a batir,
batidos en buena lid. Segundo, no conviene fiarse ni del más
pequeño, por lo que bajar la guardia ante supuestas “superioridades”
es perder la mitad de lo que se debería ganar. Tercero, la unión
entre equipo y afición, en el caso del Real Oviedo, es ese plus que
todos envidian. Ánimo, no silbidos. Unión para que la fuerza lleve
en volandas a los jugadores al máximo de su entrega. Cuarto, no
dejarse nada. Vaciarse. Correr hasta la extenuación. Entregarlo
todo, frente a los que vienen a pasearse sin bajar del autobús, como
bien dejó patente en aquella frase para la historia el inigualable
Helenio Herrera.
Con estos argumentos, sumidos en una terrible borrasca que anegó el
nuevo Carlos Tartiere hasta dejarlo impracticable, les tocaba a los
chicos de Anquela afrontar un duelo de altura ante uno de los
conjuntos llamados a ocupar posiciones de privilegio en la Segunda
División. Conscientes de ello, los azules supieron asimilarse a las
condiciones del terreno de juego y pronto llegó la primera gran
oportunidad de marcar distancias. Un estúpido penalty del cancerbero
osasunista fue marrado por un David Rocha hasta ese momento en racha.
Pronto hubo tiempo de resolver el desaguisado con una gran jugada de
Linares que asistió a un Diegui Johannesson que culminó con
brillantez de cabeza para seguir su camino a Rusia 2018. Aunque los
rojillos quisieron reaccionar, poco pudieron aportar, con un exceso
de aceleración y pocas ideas futbolísticas en un terreno de juego
que requería más lucidez de la habitual para manejarse en esas
condiciones extremas.
El descanso les vino bien a los navarros que se hicieron con el mando
del choque en los primeros minutos del segundo acto. Pero su
intención fue decayendo ante un conjunto azul que deseaba dormir el
encuentro. Tarea de brega, de zapa, de trabajo continuo, donde un
Yeboah bullidor deslumbró con su garra y su entrega. Las
circunstancias climatológicas han descubierto a un jugador
incansable y con unas ganas enormes de aportar a un once que se
mostró compacto y disciplinado. En esta transfiguración azul, que
prolonga la racha a tres victorias consecutivas, me gustaría
resaltar a dos jugadores: Forlín y Alfonso Herrero. El argentino
manda en los movimientos defensivos como un auténtico sheriff, ese
que no veíamos desde que se marchó Mantovani del equipo por culpa
de la manía que le cogió el nefasto José Carlos Granero, quien
consiguiese que se le cediera al Leganés donde explotó todas sus
virtudes. Alfonso Herrero ha sabido aprovechar su oportunidad. Sobrio
pero con la sabiduría para dotar de tranquilidad a sus compañeros,
es uno de los argumentos que consolidan la propuesta de Anquela.
Hacía falta esa seguridad y el toledano ha conseguido que sus
compañeros no duden ni tengan miedo a sus reacciones.
Una gran racha abierta sitúa a los ovetenses en las posiciones de
privilegio dentro de una categoría que no deja descanso y que golpea
a quien se duerme. Me quedo con el magnífico detalle de los
jugadores oviedistas regalando sus camisetas a los empleados de
mantener el campo. Un gesto que muestra el camino a seguir: unión,
humildad, trabajo. La receta que siempre ha defendido Anquela. Y
aquella en la que hay que seguir perseverando.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS