Vinilo Azul. -
“Las ruinas de La Real”
Contaba el músico de
rock australiano Kim Salmon cómo, a instancias de un programa
televisivo, comenzaron a recorrer por su ciudad -Perth- los locales
que le habían marcado en los inicios de su carrera, cuando señaló
su primera gran página en la historia del rock con los ineludibles
Scientists. Cuál sería su sorpresa cuando fue comprobando, local a
local, calle a calle, cómo todos los locales habían cerrado o se
habían derruido. De su pasado en sus inicios no quedaba ni una
pequeña huella, no había posibilidad de que el recuerdo perdurase
más que en la memoria de los testigos o en la propia música.
Al contemplar cómo se ha
derruido el edificio de la calle Cervantes, 19, que albergó durante
dos décadas la sala La Real, pienso en el excomponente de los
magníficos Beasts of Bourbon y de los inquietantes Surrealists, en
cómo se ha borrado una huella importante de la historia, de esa
historia que no se escribe con letras de oro en los anales, pero que
ha significado mucho para las vidas de muchos ovetenses y asturianos.
La Real tuvo dos etapas
bien diferentes, tal y como se fue desarrollando, en paralelo, la
historia de la nocturnidad en España. De la década rockera a la era
de la electrónica y el dance, donde esta discoteca marcó época
logrando ser uno de los puntos de referencia en el panorama europeo.
Aunque, claro, uno
recuerda los gloriosos años de finales de los 80 y principios de los
90, donde La Real consiguió equipararse a algunas de las grandes
salas del norte de España gracias a conciertos estatales e
internacionales de gran nivel. Algo que denominaban con cierta
ampulosa vacuidad algunos periodistas trendies en la época, entrar
en el “circuito internacional de conciertos”, ese tipo de
estupideces que se leían en aquella época donde en Asturias se
carecía de mánagers capaces de negociar y traer giras de nivel. A
pesar de todo, y con eso, gracias a La Real disfrutamos de Iggy Pop,
091, Paul Collins Beat, The Nomads, The Meteors, The Lyres, The
Barracudas, Wilko Johnson Los Enemigos, Dr. Feelgood, The Inmates,
The Godfathers, Los Flechazos, Lagartija Nick, Jeff Dahl, Los
Deltonos, Los Planetas, El Inquilino Comunista, Los Hermanos Dalton,
Elliott Murphy o los Ramones. Vista ahora, la lista impresiona y no
cabe la menor duda de que fue una época dorada para la música rock
en vivo en Oviedo. Con la transformación a la música electrónica,
la lista de nombres se situó en idéntico pedestal: Carl Cox,
Laurent Garnier, John Aquaviva, Óscar Mulero o Ángel Molina,
correspondiéndole el honor de la última sesión, la de despedida,
el 1 de enero de 2006, a Ben Simms.
La Real trató de
reinventarse en Oviedo y aunar tanto su trayectoria de conciertos de
rock, como la de epicentro de la escena electrónica. Planificaron
unos terrenos en la zona de Almacenes Industriales, un magnífico
espacio para reactivar la noche en la ciudad sin causar molestias a
los vecinos. Pero... se toparon con una burocracia que exigía unas
condiciones, vamos a denominarlas “especiales”, ya saben, de esas
que ahora les causan quebraderos de cabeza a algunos políticos. El
mundo de los sobres, de los favores concedidos, del parasitarismo a
los afines que se fue tejiendo en los veinticuatro años de rodillo
gabinista. La Real no quiso pasar por ese aro -no tenían por qué- y
un proyecto serio y solvente se archivó para siempre jamás.
Con la construcción de
las viviendas en Cervantes, 19, de la que sólo se conserva la
fachada, se termina una época. Al pasar -trabajo en la misma calle-
por sus ruinas, afloran mil y un momentos: Ella y su abrigo verde en
la noche de Iggy Pop, Antonio Arias al frente de sus Lagartija Nick
dedicándome una de sus canciones, Jeremy Gluck trepando por una de
las barras en su bis con los Barracudas, camerinear con mi querida
amiga Ana Espina y poder charlar (y tomar una cerveza a la que nos
invitó) con el legendario Lee Brilleaux -cantante de Dr. Feelgood-,
entrevistar a Los Planetas en el garaje del local, sentados en un
sofá aparecido en medio de la nada como por arte de magia. Recuerdos
que permanecerán en la pequeña historia de ese otro Oviedo que nos
negamos a perder y que sea absorbido por la espuma de los días.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "D-Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 4 de diciembre de 2016