Crónicas de Vestuario. -
“Prueba de colista”
Tras otra nueva debacle
fuera, llegaba el tiempo de asentarse frente a un colista con unos
muy buenos números en sus últimas cinco jornadas. El Nástic de
Tarragona había logrado equipararse con sus rivales, saliendo de las
simas más profundas de un farolillo rojo que les había dejado
hundidos en las primera diez jornadas. Los catalanes habían sabido
levantarse y eso era una preocupación más a añadir a este Real
Oviedo desconcertante, que sigue sin convencer a pesar de haber
conseguido que el Nuevo Tartiere sea un fortín. Pero las dudas
siguen llegando, tanto por un juego previsible que no convence como
por los últimos descalabros fuera de casa.
La primera parte se
desarrolló con una exasperante atonía. El cuadro azul, sin
profundidad, buscando balones largos a su triada ofensiva, los
laterales sin ir más allá de los tres cuartos y, en general, un
fútbol desesperante. No sabemos si los catalanes se murieron de
aburrimiento, o si se contagiaron de la preponderante marcheta que no
conducía a nada, ahogados en ese doble embudo que aburre y
neutraliza. El gol de Toché, otro chispazo inesperado, supuso todo
el bagaje de unos cuarenta y cinco minutos de sopor y mediocridad. Un
tanto para el bolsillo, a resonar como la moneda más cara, como un
botín preciado a salvaguardar sin preocuparse por más.
El segundo acto discurrió
por idénticos parámetros. El Nástic quería, pero no podía.
Quizás pensaron en dejarlo para mejor ocasión, conscientes de su
propia impotencia, bien aderezada con poca actitud, con nulo
entusiasmo. El Real Oviedo no conseguía enlazar contraataques con
los que decidir y así continuaron las cosas. Un partido más, pero
tres puntos para la suma en este largo trayecto. Para restañar
heridas y para darse la confianza necesaria con la que afrontar el
próximo partido fuera. Sólo la entrada del efervescente Nando
aportó algo de brillantez al oscuro juego. Sus electrizantes
penetraciones por la banda, sacaron a la afición del tedio e
impulsaron a insuflar los últimos ánimos para rescatar los tres
puntos.
Poco, muy poco más que
añadir en esta prueba de colista solventada con tres nuevos puntos,
que sirven para olvidarse de ese jorobu endosado por el Alcorcón,
pero que no despejan las dudas de un fútbol ramplón, previsible,
siempre a expensas de un chispazo de genialidad que saque del
aburrimiento la monotonía preponderante. Tres puntos, un consuelo
que no deja satisfecho más que por lo que representa de suma. Nada
más.
Reportaje fotográfico: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 5 de diciembre de 2016