Crónicas de Vestuario. -
“Desnudos”
Tenía que aparecer y lo
hizo en el peor momento. Ante el peor equipo que ha aparecido por el
nuevo Carlos Tartiere en esta temporada. Y tenía que mostrar todas y
cada una de las carencias de este equipo. Hemos hablado y nos hemos
hartado: este conjunto no juega a nada, carece de iniciativa, es
previsible. Bien, o mal. O muy mal. Los resultados satisfacían
cierta sensación, venían muy bien para alimentar la ilusión, pero,
realmente, eran un espejismo. Un gran espejismo en este oasis. Este
once, en su doble embudo, no juega, no tiene creatividad, muestra
tales carencias que un débil Córdoba enseña todas y cada una de
las múltiples vergüenzas de este conjunto.
¿Hay que volver a
recordar todas y cada una de las negaciones a las que se enrosca
Fernando Hierro? A la inexistencia de las bandas. Hoy salió Nando y,
¿qué importa si nadie le dobla? Jugamos por el camino más sensato
al gol o esperamos como toda esta maldita temporada, a verlas venir,
a esperar qué nos dicen los demás. ¿Es ese un equipo que quiere
subir? ¿Es ese un equipo líder?
Sólo cuando la
desesperación se muestra como un monstruo ineludible, llegan las
entradas por banda, pedestres, torpes, tanto como echarlas fuera, sin
problemas. Dedicados a la destrucción, y como en la nefasta tarde de
ayer, ni siquiera eso, se descubre un once torpe, previsible, siempre
previsible, sólo respaldado por unos resultados que hoy le han dado
la espalda. Y asistimos a esta despedida: la despedida de las
aspiraciones, la despedida de las ilusiones. La despedida, porque
viendo este partido no hay lugar para ninguna esperanza.
Vemos el desnudo y las
mentiras. Esas que dan tantos puntos y enmascaran la mediocridad. Ese
doble embudo incapaz de levantar un partido. Ese doble embudo
previsible, aterradoramente previsible. Ese doble embudo, patadón
para arriba, tan triste. Tan triste que anula toda ilusión. Por
mucho que todos deseemos que funcione. Pero no. El fútbol y sus
caminos son, ciertamente, bellos cuando se trabajan los senderos
adecuados. Cuando se embolsan en un doble embudo que niega las
bandas, que renuncia a la creatividad, que está a verlas venir, nos
encontramos con esta miseria, con este absoluto desnudo, con esta
sensación, entre el ridículo y la vergüenza. Desnudos,
terriblemente desnudos.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 18 de diciembre de 2016