Vetusta Blues. –
“Bibliópolis”
Casi siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando
truena y, más aún, pasado el tiempo, de todo aquello que desaparece. Tanto que
tenemos ahí cerca, que la costumbre nos contagia como algo natural, aunque
cueste esfuerzo, talento y dinero sacarlo adelante y que, cuando ya no está,
pasa a formar parte del hatillo de la añoranza. Un bagaje vacuo, tardío, donde
ya no hay remedio y nos condena al estéril ejercicio de una mitificación del
recuerdo.
Por eso mismo, los ovetenses hemos de celebrar como
se debe –con alegría, participación, entusiasmo- la vigesimoprimera edición de
LibrOviedo, organizada por la Asociación de Libreros de Oviedo, presidida por
Luis Martín, que comenzó ayer en la Plaza de Trascorrales de la ciudad. Una
fiesta de los libros, y también de la literatura, donde encontramos un muy bien
dosificado equilibrio de fuerzas: por un lado, autores comerciales, estrellas
mediáticas (Maxim Huerta, Pedro J. Ramírez, Nieves Herrero); por otro,
escritores con trayectoria que han llegado a un público amplio y en crecimiento
(Benjamín Prado, Silvia Grijalba, Pepe Colubi); finalmente, una fuerte apuesta
por autores asturianos, entre la que nos encontramos varios colaboradores de
este diario, El Comercio, como prueba de la gran apuesta por la cultura que,
día a día, se marca desde estas páginas (Iván de Santiago, Milio´l del Nido,
quien suscribe). Otro aspecto importante es el contar con una centralización de
los servicios, repartidos en secciones que hacen mucho más fácil buscar los
títulos, más de 7000, lo que convierte a la convocatoria ovetense en una de las
que más oferta cuenta entre todos los certámenes que en España se celebran.
Al margen de números y datos, hoy no puedo sino
sentir un gozo enorme al transmitir la historia de Antonio La Cava, un maestro
jubilado italiano, quien, tras cuarenta y dos años de enseñanza decidió dar un
paso más en su amor por la lectura y comunicárselo a los niños. Adquirió una
moto Ape –una especie de motocarro, para entendernos- y la modificó para
albergar una especie de biblioteca portátil con unos setecientos títulos que
bautizó como “Bibliomotocarro”. Desde ese momento, comenzó a viajar
semanalmente hasta las aldeas de la región de Basilicata, en el sur de Italia,
con su cargamento de libros e ilusión. La Cava recorre quinientos kilómetros
para mostrar el mundo más libre e interactivo (no se me ha ocurrido a mí, lo
dijo Umbral) a unos niños que celebran su venida, anunciada por la música de un
órgano, con la misma alegría con la que reciben a un camión de helados.
En Oviedo, afortunados somos, sólo tenemos que
acercarnos a la plaza de Trascorrales, disfrutar de la atmósfera inconfundible
del Antiguo y dejarnos invadir por la magia de un mundo por descubrir. El de
los libros.
MANOLO D.ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 10 de mayo de 2014