“Zombis”
Aunque el sol se empeñaba en lucir, lo cierto es que
el Carlos Tartiere presentaba una atmósfera fantasmagórica, con treinta mil
asientos vacíos y unas pancartas como testigos. Por momentos parecía que de
esas sombras podrían salir los monstruos a los que el film de George A. Romero
“La noche de los muertos vivientes” diseñó tal cual los entendemos hoy. Pero no,
los zombis eran otros y deambulaban por el césped del recinto oviedista,
agazapados, en unos quince primeros minutos para olvidar de la segunda mitad
olvidable de un partido interruptus olvidable.
En la antología “La plaga de los zombis y otras
historias de muertos vivientes”, que con tanta maestría dirigió Jesús Palacios,
se hace un brillante recorrido histórico por la evolución del fenómeno zombi.
Quizás mi buen amigo Jesús se va a ver obligado a incluir una nueva categoría
de muertos vivientes con la que definir al Real Oviedo y su plantilla. Sólo así
creo que se puede explicar lo que le sucede a este grupo de jugadores, que
navegan sin rumbo por el campo, con erráticos movimientos, nula visión e
inexistentes intenciones. Resulta imposible encontrar una explicación lógica a
lo que le sucede a un conjunto anestesiado, sumido en un sueño de morfina que
impide toda reacción. Poco puede decirse del juego del equipo en este partido
interruptus.
Resaltaba el jugador del Rácing de Ferrol Antonio
López en la previa, que la suspensión beneficiaba al cuadro azul. Nada más
lejos de la realidad, más aún si se impone el recuerdo de una primera parte
donde el Real Oviedo mandaba como pocas veces lo ha hecho en esta temporada,
con pulso resuelto, circulación de balón con intenciones claras y seguridad
defensiva. Nada de eso se vio en la fantasmal tarde del jueves: el conjunto que
todavía dirige Carlos Granero mostró su faceta zombi y desapareció, diluido en
sus dudas, en su incapacidad para sobreponerse a la inmediatez que exige el
fútbol, muerto en vida sin alma ni pena ni gloria ni espíritu.
En un momento como el que vive el equipo azul se
impone la calma. La calma en las decisiones, que no en el empeño final, el del
ascenso. Poco ayudó el comunicado del club, por supuesto, pero mucho menos
contemplar a un conjunto perdido en su incapacidad para sobreponerse a los
golpes, frágil e indolente. Se ha tirado por tierra un mes esencial para volver
a situarse en la vanguardia, por lo que se impone un rearme rápido, una reanimación
de espíritu, de un orgullo que debería salir y conducirse debidamente –no como
en esa entrada final a destiempo de Pardo, por ejemplo-. Un “Re-Animator”
distinto al del film de Stuart Gordon, sí, pero que demuestre a todos,
especialmente la afición, que este no es un grupo de muertos vivientes
deambulando a la busca de nada bajo la luna llena y las sombras del Tartiere.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el viernes 17 de enero de 2014