Crónicas de Vestuario. –
“Tarde
de perros”
No, no era la película de Sidney Lumet protagonizada
por Al Pacino en 1975. Era otra tarde de perros en el Tartiere, con un campo
embarrado y una atmósfera cada vez más insoportable. El rival, el Tropezón, era
una víctima propiciatoria para que el Real Oviedo se diera un pequeño alivio.
Sin embargo, ante uno de los peores conjuntos que uno recuerda haber visto
sobre el césped del Tartiere, el paupérrimo cuadro que dirige Lolo Herrera, los
azules volvieron a mostrarse romos, erráticos, sin alma ni corazón. Como
autómatas sobre el embarrado campo ovetense, los once elegidos por Granero,
volvieron a deambular, incapaces de circular el balón con la rapidez y alegría
que hubiese desbancado a los débiles cántabros.
La llegada de Joaquín del Olmo como director
deportivo no sirvió para despertar a los jugadores azules, que ofrecieron
sobradas dosis de confusión, incapaces de crear peligro ante un oponente muy
flojo. Sin ritmo ni espíritu, el once ovetense, sumido en dudas, agonizante,
apenas creó peligro ni fue capaz de interpretar el juego apropiado para vencer
a un Tropezón carne de descenso que consiguió empatar el partido antes del
descanso.
El Real Oviedo vuelve a meterse entre los cuatro
primeros y esa es la única buena noticia. Pero la impresión que produce el
juego de los azules no invita al optimismo. Atenazado y sin personalidad, el
conjunto ovetense se muestra como un equipo sin rumbo, débil. La defensa azul
es el síntoma de un equipo destrozado anímicamente y sin ideas. Frente a un
conjunto cántabro que parecía de otra categoría inferior, se intuía peligro en
cada avance de los amarillos. El atolladero en el que se encuentra el once que
dirige Granero es ciertamente preocupante. Se ha perdido la identidad y se
navega a la deriva, un rumbo que parece en este momento irrecuperable. Si a
ello se le añade el completo divorcio con la grada, el futuro se vislumbra muy,
muy negro.
De acuerdo en que queda tiempo para enderezar la
nave. Por supuesto que sí. Y deseamos que se consiga. Pero este terrible mes de
enero que nos ha mostrado el conjunto azul, en el que han desperdiciado un
calendario asequible para instalarse en zona de privilegio, no alimenta la
esperanza de la afición ni de nadie que observe el alicaído fútbol que ofrece.
Esperemos que la llegada del director deportivo sirva para rearmar las fuerzas,
al equipo y a unos jugadores devorados por las circunstancias, confundidos y
sin ideas. Tiempo hay para ello y esperemos, deseemos, que el rumbo se enderece
porque tardes como la de este domingo siembran la semilla de la desesperación,
justo la que no debería crecer en el entorno azul.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 20 de enero de 2014