-¿Cuál fue exactamente su papel en la adaptación de No hay bestia tan feroz que hizo Ulu Grosbard, titulada Libertad provisional con Dustin Hoffman?
En aquella época, cerraba el pico: era mi primera película, salía de la cárcel y estaba trabajando con profesionales como Uli Grosbard, Dustin Hoffman… Pero, tras esa primera experiencia, ya no me he dejado pisotear. El tren del infierno es verdaderamente mi guión. Si Andrei Konchalovsky o Jon Voigt querían cambiar algo, chillaba, defendía mi punto de vista.
-En La Bestia contra la pared describe escrupulosamente la vida cotidiana en un penitenciario, a través de dos personajes principales, Ron, el novato un poco tierno y Earl, el veterano endurecido…
Tenía un poco de los dos. Al principio, puede ser que fuera un poco como Ron, pero rápidamente me convertí en Earl. En el mundo penitenciario, era una leyenda viva, incluso mucho antes de que se publicasen mis libros. Era popular en lo que se llama el “underworld”: las prisiones, los ambientes nocturnos, el proxenetismo, los atracos a mano armada…
-En este libro, también describe las tensiones raciales que existen en la cárcel, como en su célebre artículo. ¿Cómo lograba razonar, ser neutral?
(Desengañado)… Participé en esas guerras raciales, muy a pesar mío. Era como en una situación de autodefensa. Una vez desencadenadas las hostilidades, ya no había sitio para el razonamiento ni para la diplomacia. La elección era la siguiente: defenderte o dejarte masacrar. Aunque no lo seas, la cárcel te convierte en un racista. Un blanco no podía ser amigo de un negro, porque los demás blancos le rechazaban y otros negros le apuñalaban, y viceversa. La situación en la cárcel ha evolucionado al igual que en la sociedad. Hoy día, parece que las tensiones más intensas sean entre presos negros y presos mejicanos, por lo menos en California.
-El tren del infierno narra una evasión. Uno de los elementos impresionantes en su biografía es la cantidad de veces que logró evadirse.
Bueno, sí. Pero a pesa de lo que usted pueda pensar, es muy difícil lograr evadirse. Le voy a decir cómo transcurren las cosas generalmente: un tío que llega a la cárcel sólo tiene una idea en mente, evadirse. Tras unos meses, se acostumbra a la rutina de la cárcel y, al cabo de cierto tiempo, ya es demasiado tarde para escapar. Le queda poco tiempo que cumplir, puede que se beneficie de una libertad condicional, y la evasión se convierte en un riesgo demasiado grande que ya no vale la pena intentar. Además, cuando el detenido es un veterano, se beneficia de algunos pequeños privilegios cotidianos, tiene una tarea en la cárcel, y todas esas cosas que hacen que ya no tenga tanta prisa en salir. La evasión en La Bestia contra la pared fue un episodio real: tres tipos se largaron de esa manera, escondidos en el volquete del camión de la basura.
Sexta parte de la entrevista con Edward Bunker realizada por Sergio Ramón Zárate y publicada en el número 4 de “Los Inrockuptibles”, mayo de 1992.