THE CHARLIE PARKER TOUR´89 (Parte I)
Tal día como hoy un 30 de noviembre, pero de 1989 (¡hace ya 31 años!) iniciaba una de las aventuras más estimulantes de mi vida: iba a acompañar como roadie a The Amateurs en una gira de doce días por toda la Península. Ya había estado con ellos on the road otras veces, en viajes de fines de semana, como el 8 de octubre de 1988 en la sala KGB de León o uno muy divertido donde recalamos primero en la sala Was de Burgos un 28 de septiembre de 1989, llegando luego a Barcelona en la que hicimos doblete de viernes y sábado (29 y 30) en la legendaria sala Communiqué, con un encuentro -digno de ser contado en otra ocasión- en un área de servicio de Zaragoza con Los Suaves, que nos invitaron a asistir a la grabación de su directo en la sala Zeleste.
Pero, aquello, casi dos semanas en la carretera era algo único, digno de ser vivido como un aprendizaje no sólo para la existencia propia sino para entender un aspecto del rock que muchos han sido incapaces de conocer. Uno, que ya se había decantado por la escritura -tímidamente aún, es cierto- sabía que las experiencias que podían acumularse en aquellas casi dos semanas iban a ser de las que rara vez olvidaría. Cinco tipos metidos en una furgoneta de alquiler Ford Transit, repleta de amplificadores y maletas, circulando por todo tipo de carreteras, desde Bilbao hasta Cáceres, experimentando los claroscuros del rock con toda su nitidez y crudeza era un regalo que la vida me ofrecía. Aunque aquello fue duro, muy duro y bastante alejado de los clichés del rock´n´roll way of life, visto con la distancia de treinta y un años bien puedo decir que mereció la pena ser vivido.
The Amateurs acababan de publicar unos meses antes "Los clubs han cerrado", un álbum decepcionante en cuanto al sonido y las condiciones de grabación, por no hablar de los problemas con la discográfica asturiana con la que lo editaron. Cuanto enfilamos carretera hacia Bilbao -pocas autopistas había entonces, claro- las relaciones con su compañía ya estaban rotas y el cuarteto comenzaba a pensar en opciones fuera de Asturias. Meses después surgiría la gran oportunidad con una disquera madrileña que estaba sacando propuestas muy interesantes y que les daría la ansiada proyección estatal, conscientes de que los exiguos muros dentro de los límites del Principado era demasiado pequeños para sus intenciones. Esa es otra historia, claro, que se repetiría muchas veces después, pero en la que ellos, en esos tiempos de la postmovida, se adelantaron a los tiempos. No había clase media: los grandes grupos de la movida se habían convertido en máquinas de hacer dinero en grandes superficies, pagados por ayuntamientos y autonomías de todo pelaje; y los emergentes, debían lidiar en pequeños locales, la gran mayoría sin condiciones adecuadas y con una infraestructura tan famélica como el dinero a pagar. Con esas nos las íbamos a ver: locales de todo pelaje, dueños de salas de todo tipo y... previsiones que se iban al garete por inesperados problemas de última hora.
Afrontamos la carretera con ilusión y, aunque no éramos gente muy bromista, el arranque nos proporcionaba una sensación muy estimulante donde se mezclaban el deseo de vivir una aventura única y la incertidumbre de cómo podría desarrollarse.
MANOLO D. ABAD