martes, 27 de febrero de 2018

El Muro



Crónicas de Vestuario. -"El Muro"

Ya hemos hablado alguna vez de las similitudes de la competición de la Segunda con un trayecto maratoniano. 42 kilómetros, 42 jornadas. Como todo aquel que esté familiarizado con el gran fondo, existe en esa carrera lo que se denomina "el muro", un bajón de energía que suele producirse entre los kilómetros 30 y 35. En esta temporada 2017-2018 parece que al Real Oviedo le ha sucedido antes. Sí, parece como si el once azul se hubiese desinflado tras el derby; como si tras quitarse el peso de vencer al eterno rival todo se hubiese terminado. Esa es la impresión viendo al equipo, que -sin perder su intensidad característica- sí da muestras de cierto agotamiento, sobre todo en la parte creativa: hay menos profundidad, menos fluidez, menos remate.
Siempre hemos resaltado la dificultad de un trayecto tan largo como el que se da en la segunda categoría del fútbol español. Los equipos se rearman, la competencia se recrudece, algunos resucitan de sus cenizas y otros se vienen estrepitosamente abajo. El conjunto de Anquela afronta en estos momentos su peculiar muro. Sus jugadores más imaginativos -Saúl Berjón y Aarón Ñíguez- no logran combinar con sus extraordinarios complementos de banda -Mossa y Diegui Johannesson- lo que lastra al juego ofensivo. Por otra parte, el "scouting" (esa palabra que nos trajo el baloncesto) funciona cada vez más en todos los equipos, lo que hace que, a estas alturas de la temporada, todos sepan cómo se puede neutralizar a los rivales. Y al Real Oviedo se lo tienen perfectamente aprendido. Quizás por eso, ante el Zaragoza fue Fabbrini el jugador diferencial, no sólo por sus propias características, sino porque está muy poco estudiado por unos rivales que apenas han tenido oportunidad de verlo en acción.
Que el cuadro de Anquela necesita algo de aire fresco parece evidente. Toca reinventarse, pulsar alguna tecla para sorprender a los contrarios. Ofrecer otras opciones y ahí entra Fabbrini, claro, pero, fundamentalmente, la sabiduría de un entrenador que ha dado pruebas sobradas de su capacidad. No hay que desesperarse, ni hacer caso de esos agoreros siempre dispuestos a recitar sus letanías a toro pasado. Toca reflexionar, analizar qué falla y dónde pueden estar las soluciones. Lo primero, desde luego, tener paciencia, no desesperarse, observar el camino recorrido hasta este punto. Rearmarse, siempre rearmarse ante las adversidades. Como en la propia vida. Y superar "el muro" con convicción, fe y esperanza. Con unión, humildad y trabajo se puede conseguir.
MANOLO D. ABAD