PREGÓN.
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Hola amigos/as y vecinos/as:
Es un gran
honor para mí poder pregonar estas fiestas del Oviedo Antiguo.
He luchado
por vivir aquí, en mi ciudad.
He pasado
momentos muy duros, pero, al final, lo he conseguido.
Son muchos
quienes han tenido que emigrar buscando una vida mejor lejos de aquí,
como mi hermana (que está ahí abajo). Y todos sueñan con volver
algún día. Porque vivir en Oviedo es algo inigualable.
Y entre los
lugares mágicos de esta ciudad hay dos que destacan por encima de
todos: el Campo de San Francisco y el Oviedo Antiguo. Dentro de
ellos, una atmósfera se apodera de ti, sea la hora que sea y con los
más variopintos matices.
El Oviedo
Antiguo ha sido un escenario preeminente en mi vida: consumí
sus noches y descubrí sus amaneceres, florecieron muchos amores, se
forjaron grandes amistades, asistimos a grandes conciertos de grupos
que hoy son leyenda, nos sorprendimos con muchas grandezas y nos
hundimos viendo grandes miserias.
Todo en el
Oviedo Antiguo rezuma vida real, esa vida que nos gusta vivir, la que
nos separa de esos aburridos amargados que quieren convertir el mundo
en un gran centro comercial y en una aburrida, muerta ciudad
dormitorio.
Nos gusta la
vida de la noche en el Oviedo Antiguo, aunque-como decía la vieja
canción de Radio Futura- haya cosas en la noche que es mejor no ver.
No ver cómo el botellón hunde a los hosteleros. No ver cómo la
juventud, por ahorrarse unos miserables euros, prefiere perder el
control en cualquier calle en vez de hablar en tertulia en cualquier
bar al son de la música. Cómo prefieren no gastar dinero en cultura
y dárselo a las plataformas de telefonía e internet, creyentes,
probes, de que todo es gratis. Y ese gratis os conducirá a la ciudad
fantasma, porque nadie querrá montar un bar si sólo lo queréis
como meódromo. Y os quedaréis solos. Y, entonces, os quejaréis.
Porque sin
música en vivo no hay vida. Sin comercio cercano, no hay vida.
Porque sin el barrio, sólo hay una mentira virtual que no tiene nada
que ver con levantarse por la mañana y cruzar un saludo con nuestro
vecino más cercano.
Esos que
desean volver a un siglo 18 de silencio con las comodidades del 21
deberían desaparecer, en beneficio de todos y no molestar. Porque ni saben lo
que es la vida ni desean saberlo ni jamás podrán saber lo que es,
lo que supone vivir en sociedad.
Esos
acostumbrados a imponer. Esos que con sus asociaciones opacas sólo
aspiran a ser celebridades, a que les dediquen en la prensa local una
página con foto para luego pavonearse por unas calles que no les
merecen. Tenemos que recordarlos, aunque no nos guste hacerlo, porque
representan lo peor del ser humano: la vanidad, la estupidez del
burro que es burro no por su condición sino por su inquebrantable
testarudez
Mi ciudad
favorita -aparte de mi confeso amor por Oviedo- es Bilbao. Allí, en
un inédito pacto todos los partidos se unieron para cambiar esa
ciudad. La conocí a principios de los 90: llegabas a una calle que
hacía las veces de estación de autobuses y, luego, si alguien te
esperaba en el casco viejo -como era mi caso- atravesabas el barrio
de putas como si tal cosa... Hoy lo han conseguido, con generosidad y
compromiso. Aquí, en Oviedo, viendo ciertas actitudes, va a resultar
imposible.
Los
conciertos, ¡ah, los conciertos! ¿qué decir de la vida del Antiguo
sin sus pequeños-grandes conciertos? Sin el Chanel de Luis -ahora en
la Gran Manzana- del Rubio-hoy en el Sol y Sombra- de Poti, sin el
Monster, sin tantos y tantos lugares donde la música en directo ha
sonado. Donde vimos a grupos como Death Cab For Cutie que hoy llenan
estadios en un formato de 100 personas en La Calleja La Ciega. Donde
se alcanzaron las casi 2000 actuaciones en La Antigua Estación y hoy
siguen en La Salvaje; La Santa Sebe... La música en directo es vida
para una ciudad, la convierte en algo distinto.
Creo en la
libertad. Y también en el diálogo. En el respeto. En que las cosas,
habladas y matizadas, pueden conducir a un buen lugar. La tolerancia.
Todo se resume en una palabra para poder convivir: la tolerancia. Y
el respeto. Y la educación. Creo que con esos pilares todo es
posible. Avanzar. Crear y creer.
Pero si uno
de los interlocutores está en unas manos obscenas, las de la
gentrificación, las de intereses espúreos y oscuros, no iremos a
ninguna parte. Gente formada en tiempos donde ni se debatía ni
siquiera había democracia, pretenden imponernos un modelo fantasma
sólo por extraños odios que quién sabe qué esconden.
Olvidémonos
de esos. ¡Es tiempo de celebrar!
Como Tierno
Galván dijo, con otro sinónimo: ¡Posiciónense!
¡Disfruten!
¡Con libertad y con respeto! ¡Celebremos!
¡Gracias!
MANOLO D. ABAD
Foto: PABLO LORENZANA
MANOLO D. ABAD
Foto: PABLO LORENZANA