Crónicas de Vestuario. -
“Cierre y
despedida”
Tras el fin de temporada, el triste y decepcionante fin de temporada,
no se hizo esperar el rápido adiós de Fernando Hierro. Una
despedida ganada a pulso y con todo merecimiento, que bien podría
haber sido adelantada tras el bochornoso espectáculo ofrecido ante
el Alcorcón en la trigésimo séptima jornada de Liga donde la
apatía del once azul se puso de manifiesto de tal manera ante su
propio público que ya no cabía duda de que se estaban echando por
tierra todas las opciones, como, finalmente, así resultó. Pedimos
ese día la dimisión del entrenador azul. Los hechos posteriores nos
acabaron dando la razón: en manos de Fernando Hierro no podía
mejorar nada y quizás hubiera sido mejor haber buscado un último
revulsivo con el que meterse en play-offs. Se optó por un “laisser
faire, laisser passer” y, efectivamente, nada se hizo y todo pasó:
un nuevo fracaso, casi calcado del del año anterior.
Se había hecho propósito de la enmienda después de los
decepcionantes meses de David Generelo al mando de la nave azul tras
el Egeagate, ese affaire que terminó con el grandísimo entrenador
azul que había devuelto a los ovetenses al fútbol profesional tras
no verse respaldado por la dirección de equipo en beneficio de un
motín encabezado por José Fernández y Jon Erice. Pero la herida no
había cicatrizado, puesto que los mencionados responsables (y otros
como David Fernández) se sintieron reforzados y con capacidad para
hacer y deshacer a su antojo ante la aquiescencia de la mayoría. Por
supuesto, la autoridad de Fernando Hierro careció del suficiente
carácter como para tomar cartas en el asunto y hacer que la herida
cicatrizase.
En esta sucesión de buenos propósitos de principio de esta
temporada, se habló de un proyecto que se ha mostrado como
inexistente. Errático y sin sentido. Por supuesto, la cantera quedó
arrinconada como nunca se había visto en ningún entrenador azul en
los últimos años. No se ascendió ningún jugador del filial y el
preparador malagueño hizo debutar, como un sonrojante testimonio
para salvar una estadística que le señalaba con fuerza, a Héctor
Nespral a falta de ocho minutos para que concluyese el último
partido de Liga. Del Vetusta, ni rastro. Muchos de sus jugadores han
emprendido camino hacia otros clubs como Marcos Remeseiro y Emilio
Morilla. Un demérito más para el zurrón del exjugador
internacional del Real Madrid.
De fútbol, nada de nada. Proyecto no ya fallido, sino una absoluta
nada. El equipo de Fernando Hierro ha jugado mal, rematadamente mal,
como pocos recuerdan que alguien lo haya hecho llevando la camiseta
azul. Sin patrón de juego. Sin intensidad. Sin profundidad. Sin el
ritmo necesario para desenvolverse con poderío en una competición
tan dura como Segunda División. Sin creación. Siempre a la espera.
Siempre a verlas venir. Contando con un zarpazo de genio de Susaeta,
una combinación mágica en esa banda derecha entre el vasco y Diegui
Johannesson (que negó manteniendo en la grada al asturiano durante
toda la primera vuelta). A la espera de un arranque de sus puntas, de
Linares o de Toché. Sin planes alternativos. Sin capacidad de
reacción. Con una defensa endeble y quebradiza. Sin solidaridad
entre sus hombres. Con miedo, con mucho miedo. Patadón y tente
tieso, ese fue el plan la mayoría de las veces.
Terminada la suerte de esos zarpazos, acentuando cada vez más los
defectos y perdiendo sus virtudes, el cuadro azul hizo el ridículo
fuera de su campo ante rivales endebles como el Alcorcón y recibió
vergonzosas palizas de equipos que jamás hubieran soñado con ellas.
El balance de ser el equipo más goleado de la categoría fuera de su
campo expresa bien claro todo lo dicho. Y eso saliendo con
planteamientos ultradefensivos, tan sólo transformados cuando la
desesperación de los goles incitaba a quemar las naves en busca de
un tanto con el que lavar tanto deshonor.
No sabemos qué hubiera sucedido sin el apoyo del Carlos Tartiere.
Sin la intimidación de un ambiente extraordinario que decantó
muchos choques en casa. Tiempo tuvo para coser un equipo Fernando
Hierro, pero ese tiempo transcurrido mostró que no servía, que
dirigir una nave como la del Real Oviedo requiere personalidad,
experiencia y carácter para saber conjugar ese orgullo, valor y
garra que tanto hemos echado de menos en esta decepcionante campaña.
Dice el proverbio: “El hombre es el único animal que tropieza dos
veces en la misma piedra”. Que no haya una tercera por no saber
discernir conforme a la razón, por no haber aprendido de la
experiencia. Esperemos, siempre con la luz de la gran esperanza de la
afición azul. Pero, sepan también, que quien espera, desespera.
MANOLO D. ABAD
Fotos: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS