Crónicas de Vestuario. -
“Nervios, sudor y sufrimiento”
Enroscados en la dinámica
de una final casera de aquí a final de temporada, de una
irreversible montaña rusa donde el conjunto azul muestra dos caras
totalmente opuestas, todo se decide en una espiral de nervios, de
músculo, de emociones al borde de la histeria, de poca claridad de
ideas, de esa épica de la que tanto se ha nutrido el Real Oviedo en
estos últimos años de su vida.
Enfrentadas dos
memorables rachas, la de los azules en casa, la de los oscenses
invictos en diez jornadas, el choque se planteaba con los argumentos
de las grandes ocasiones. Ese enorme entrenador que es Anquela trató
de llevarse al conjunto de Hierro a su terreno. Una maraña táctica
donde el balón jamás llegase a su área, donde el combate se
dirimiera como si se tratase de uno de esos pulsos mano a mano que
Sylvester Stallone patentase en su película de 1986 “Yo, el
Halcón”. Veinte minutos de músculo sin peligrosidad para ninguna
de las áreas. El once azul, mutante como pocos, asumió el reto con
la esperanza de que llegase uno de sus célebres zarpazos, que llegó
con un remate extraordinario del gran David Costas.
Pero el fútbol es un
juego de azares a los que no se debe alimentar. Y llegó ese momento
de quiebra, en esta ocasión propiciado por un errático López
Amaya, árbitro que deambuló por el césped del Tartiere incapaz de
mantener un mínimo control y que se coronó con la expulsión del
fogoso y digno heredero de la garra de Gorriarán y Sañudo, el
cántabro Christian Fernández. Roja directa hiperbólica y a
decantar la partida del lado aragonés, para el que había resultado
talismán en los cuatro encuentros anteriores en los que les había
arbitrado, con cuatro victorias de cuatro choques. Por supuesto, un
equipo tan macizo y bien hecho como el de Anquela no desperdició su
ocasión y en el 68 Carlos David obraba un empate que parecía
imposible en un pulso once contra once.
La grada, siempre la
grada, a falta de ideas en el banquillo, trató de llevar en volandas
al equipo. Susaeta, asociado con Diegui Johannesson, devolvía la
profundidad a los azules. No dejamos de preguntarnos, no dejan de
preguntarme muchos amigos, cómo es posible que no juegue el
brillante lateral hispano-islandés. Diegui sería, precisamente, en
otro de esos guiños del destino, quien provocase la oportunidad del
penalty, que, finalmente, marraría un Toché al que no dejó brillar
el planteamiento de Anquela.
Nos abrazamos a la épica
del sufrimiento, a un dolor injusto, a la esperanza sin resolver. Al
final, un punto, sólo un punto, final de una magnífica racha. Y las
necesidades, las urgencias exhalando un aliento nervioso, incesante.
Sudor frío. Va a haber que volver a rearmarse, una vez más y
conservar la cabeza fría y las esperanzas en lo más alto en esta
prueba constante a ocho jornadas que se prevén apasionantes.
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 22 de abril de 2017