Crónicas
de Vestuario. –
“Los
resucitadores”
Definitivamente,
el Real Oviedo ciclotímico de Fernando Hierro no parece tener
solución en esta temporada. Equipo vigoroso en casa y débil,
extremadamente frágil, fuera del Carlos Tartiere. Lugo se planteaba
como una inflexión, ese momento de la temporada en que hay que dar
un puñetazo en la mesa, afirmarse, definirse como un aspirante serio
y fiable. Más aún cuando tres mil gargantas estarían apoyándolos
en el desplazamiento a un territorio sumamente hostil y con tantas
cuentas pendientes con la afición azul como es Lugo.
Pero
no. Los de Hierro volvieron a decepcionar. A caer, de un modo que
resulta incomprensible. En una nueva versión que aboca al mismo
final. Bonitas se pusieron las cosas cuando el cada vez más grande
Toché largó al fondo de las mallas uno de sus zarpazos poniendo a
los carbayones por delante, nada más empezar el choque, con todo a
favor. Cualquier equipo en la máxima competición sabe –o debería
saber, uno empieza a dudar, visto lo visto en esta lamentable tarde
gallega- que, cuando se pone por delante en el marcador, hay que
machacar, hay que destrozar al rival. Que no se pueda levantar. Que
no haya lugar a la duda. Pero este Real Oviedo se dedica a diluirse,
a contemporizar, a dejar con vida a quien se muestra maltrecho, a que
en un domingo de Resurrección la abulia, la falta de intensidad, el
ir a verlas venir, la autocomplacencia generalizada, den vida al
rival hasta que resucite y termine por vencerles.
Enfada
ver este espectáculo lamentable. Pero, también, contemplar cómo
Fernando Hierro vuelve a insistir en todos aquellos defectos que
parecían superados: la negación de las bandas, la falta de
profundidad, la ausencia de un mínimo control del partido, el
conformismo generalizado, una atonía perniciosa, lo previsible de
cada movimiento ofensivo (es lo que pasa cuando uno niega con
insistencia mendaz la penetración y el despliegue por las bandas),
la ausencia de ritmo y de intención.
Ha
insistido en los últimos encuentros Fernando Hierro en regresar a
José Fernández en detrimento de Diegui Johanesson. Los resultados:
el brillante rendimiento de Susaeta se ha reducido escandalosamente
(tristemente), no hay profundidad y el equipo pierde una pegada
básica para aspirar a algo más que no sea un conformismo que no se
corresponde ni con la historia del conjunto azul ni con la ilusión
de la grada.
Hay
quien llama a la calma en las aspiraciones pero siempre pongo un
ejemplo que podrán comprender. Imagínense que las circunstancias
les permiten una charla con Monica Bellucci, que se atraen y que
tienen la posibilidad de un flirt, de una historia de amor con ella.
¿Renunciarían? Pongo este ejemplo desde mi heterosexualidad, si
fuera mujer, cambien de pieza por, no sé, George Clooney… Bueno,
creo que me entienden. ¿Desaprovecharían esa posibilidad?
En
esas estamos. En la disyuntiva entre lo que se dice y lo que se
demuestra. En fiarlo todo al Carlos Tartiere. En conformarse con los
playoffs cuando se debe ambicionar lo máximo. En conformismo. En
falta de intensidad. En resucitar a muertos hasta en un partido que
se había puesto tan a favor como éste. Las oportunidades están
para aprovecharlas. Es el momento. ¿Quién dejaría marchar a una
Monica Bellucci? Crean, contagien, deseen. Y, por favor, no vuelvan a
las variantes tácticas que nos hicieron naufragar. Porque ese
camino, ya está demostrado no conduce más que al fracaso. Como en
esta triste tarde de gallega que mina cualquier esperanza, que
frustra, con ese penoso conformismo que no se merece la sufrida
afición azul.
MANOLO
D. ABAD
Foto: J.L.G.FIERROS