Vinilo Azul. -
“Encuentros en clubs
(de lectura)”
He de reconocer que no
era un gran entusiasta de los clubs de lectura. Quizás por ese
individualista recelo a todo lo que puedan representar imposiciones,
los veía como algo ajeno a mí como escritor y con cierto desdén.
Tuvo que ser mi querido amigo, el escritor Ignacio del Valle -también
colaborador de EL COMERCIO- quien me sacara de esa ofuscación y me
condujera a una rectificación que hoy hago pública a través de
estas líneas. Ignacio me invitó hace unos años a que le presentara
en un encuentro que iba a realizar uno de los clubs de lectura de la
para mi tan grata Biblioteca Ramón Pérez de Ayala, en pleno corazón
de Oviedo, en la plaza Daoiz y Velarde. Lo planteamos como una charla
informal en la que tocamos todo tipo de temas, con la naturalidad de
dos amigos que se están tomando una cerveza. Se consiguió ese pleno
y, luego, el público intervino. Me pareció sorprendente el gran
interés que mostraron, muchas de las cuestiones que se plantearon y
salí realmente maravillado por la sincera devoción mostrada.
Meses más tarde, tomando
unas con otro escritor ovetense -Marcelo García Martínez, de quien
tendremos que hablar más detenidamente en una próxima entrega- me
contaba un encuentro con el club de lectura de la Biblioteca de
Pumarín y su satisfacción y también sorpresa por el trato e
interés recibido. Había conseguido varios seguidores nuevos, que
solían acudir a sus presentaciones puntualmente y que habían
adquirido ejemplares de su obra. La anhelada cadena de fieles que
todo escritor necesita, se había aumentado en el caso de mi amigo,
que hace un año se hizo con el prestigioso premio literario “Vuela
la Cometa” con su última novela publicada “Cartas de amor
después del ecocidio”.
El último capítulo de
este proceso de convencimiento de la idoneidad de los clubs de
lectura y de su necesaria labor -que también debería encontrar un
aposento sólido en el engranaje de las políticas culturales-
ocurrió hace tan sólo unos días con la llegada de la Semana Negra
de Gijón a Oviedo y el encuentro con el público de Petros Márkaris
a quien me tocó presentar. Una tremenda expectación entre todos los
asistentes y una magnífica hora donde el escritor griego se mostró
con toda su afabilidad ante los presentes en una jornada de ensueño.
Otros buenos amigos
escritores como Silvia Grijalba o Pablo Martín Carbajal también me
han contado sus buenas experiencias en clubs de lectura, donde muchos
de los asistentes se han convertido en fieles seguidores. Tan fieles
-y tan desprendidos- que, incluso, colaboraron en sufragar los gastos
de sus respectivas presencias debidas a las distancias insulares que
les impedían acudir. Los autores se sienten arropados y con un valor
que parece perdido en muchos estamentos sociales, en estos tiempos de
corta-pega, de plagios desvergonzados y de derechos de autor
reducidos a la mínima expresión. Comprobar el fervor de, al menos,
uno de los presentes en un club de lectura es el suficiente estímulo
para seguir adelante sin importar nada más. Tan sólo me queda la
ocasión de vivir como protagonista uno de estos encuentros: estoy
seguro que será una experiencia sobre la que también merecerá la
pena escribir.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 24 de julio de 2016