“Límites y apariencias”
El Real Oviedo afrontaba su encuentro frente al
Lealtad con las precauciones que siempre asaltan en los partidos contra equipos
situados en la parte baja. La apariencia puede resultar engañosa y hacernos
creer que todo va a suceder con facilidad, sin esfuerzo. La experiencia
demuestra lo contrario. Decía Maquiavelo que “pocos ven lo que somos, pero
todos ven lo que aparentamos”. Pues bien, hoy pudo verse a un Lealtad dispuesto
a no ser lo que aparenta en su clasificación, un equipo que llegó con mucho peligro
y que pudo complicarle la vida al conjunto azul en muchas fases del choque.
A mi lado, Tomás Hervás –técnico del Sporting B-
tomaba notas e intercambiábamos comentarios sobre el encuentro. “Es que el Real
Oviedo tiene veneno delante”, me dijo, al tiempo que añadía elogios sobre un
descomunal Miguel Linares, decisivo en la tarde otoñal en la que repitió hat
trick (que esta vez no lo escamoteó el árbitro en el acta). No sólo la lucha y
el sacrificio o la capacidad de definición como pocas veces hemos visto en
jugador alguno en Segunda B, sino sus constantes movimientos que permiten
espacios a sus compañeros para un sinfín de combinaciones ofensivas que acaban
por dar un fruto que impresiona. El aragonés desequilibra con tal categoría y
ante el Lealtad lo consiguió con tal brillantez que el pasmo se transforma en
inmensa admiración y en deseo de que este sueño azul, este idilio con el gol,
no se termine nunca.
No necesitó mucho más el conjunto azul que el estado
de gracia del tenaz delantero y los movimientos siempre con intención de Héctor
Font para golear al conjunto de Villaviciosa que, como un contrapunto del lado
oscuro de Halloween, vive su pesadilla antes de Navidad en forma de negación
ante el gol. En el momento que su maleficio acabe, y esperemos que sea pronto,
obtendrá los frutos en forma de puntos que tanto anhela.
Tres victorias ligueras consecutivas en un periplo
que devuelve la igualdad con Logroñés y Real Murcia en la clasificación. Está
claro que el camino no va a ser fácil, pero la contundencia, efectividad y
brillantez que el conjunto azul ofrece en su propio estadio es la base para que
el ánimo de la afición no decaiga y logre empujar con más fuerza las aspiraciones
de un equipo cada vez más asentado. Inevitablemente, uno se acuerda de Javier
Irureta y su gabardina en aquella temporada en Primera División donde el Real Oviedo conseguiría clasificarse
para jugar la Copa de la UEFA. No se perdió un partido en casa y esa fue la
base sobre la que se construyó ese gran resultado. El técnico vasco, asiduo a
sus manías, no apeó la gabardina –aunque fuera sosteniéndola entre sus brazos-
ni en los días de más calor y sol. Este Real Oviedo tiene algo más que una
prenda de vestir, cuenta con un plantel muy concienciado de lo que supone
enfundarse la camiseta azul y un goleador sin límites, enorme, en estado de
gracia y letal.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS