Crónicas de Vestuario –
“La gran humillación naranja”
Los finales de
ciclo son así: llegan con la fuerza de un desamor, sin nostalgia, con el peso
brutal de los hechos. Un 5 a 1 y lo visto en una segunda parte digna de los
peores desatinos de La Roja -entonces,
La Furia- es una demostración tan brutal que hasta un tipo de la cordura y el
temple de Vicente Del Bosque va a tener que tratar con la cirugía debida. El
salmantino ha tratado de apurar el momento de las decisiones claves con la
paciencia de sabio tranquilo pero la fuerza de los hechos le ha estallado en la
cara en el peor escenario posible.
Para empezar,
el motor. Al grandísimo Xavi Hernández ya debemos de comenzar a escribirle unas
loas elogiosas por habernos llevado a lo más alto, a la cima del fútbol mundial,
pero su ritmo adolece de la necesaria fuerza para acometer empresas de músculo
y vigor como las que propuso Louis Van Gaal al frente de una naranja no
mecánica, pero sí sacrificada y potente. Tiene a un señor llamado Jorge
Resurrección –hasta su nombre viene que ni pintado- que ha conducido al
Atlético de Madrid a una Liga donde han roto el bipartidismo blanco y
blaugrana. ¡Anímese, ponga a Koke, dele galones, el futuro de España está en
sus jóvenes y capaces botas! Es el momento de aplicar cirugía, de acordarse de
los asturianos, de esa segunda unidad que siempre ha estado ahí, del enorme
Santi Cazorla, de un Mata que sabe lo que es llegar a un equipo como el
Manchester United plagado de problemas y brillar y de un Villa campeón de Liga y, que nadie lo olvide, es el español que más goles ha marcado con esta camiseta. Lo de Piqué no me lo
esperaba, como la mayoría de los españoles, pero sus continuas lagunas piden la
cordura de un Javi Martínez con capacidad y garantías. Disculpen que señale a
Azpilicueta, un recién llegado, pero su desempeño me trajo al recuerdo los
peores días de Arbeloa. Ni subió por banda ni defendió. Juanfran, campeón de
Liga y subcampeón de Champions, esperando
en el banco… Poco más se puede añadir.
Tras la sacudida no me quedó otra
que irme a un bar con la plataforma televisiva donde jugaban Chile y Australia
–muy triste esto de andar un viernes noche
a la busca de un local- para quitarme la sensación agria de lo visto. Y
para tratar de convencerme que Del Bosque, a quien, como bien escribía el
grandísimo Santiago Segurola, le debemos tanto, vaya a ser capaz de levantar
esto, de redescubrirse, de encontrar la llave del orgullo y de trazar la senda
de un futuro que ya es hoy, explotado por la fuerza del músculo naranja, como
una indeseada revelación que debe configurar una resurrección de La Roja. Que
es posible, que la esperamos y para la que hay mimbres. Paso a la segunda
unidad, Don Vicente.
MANOLO D.
ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 15 de junio de 2014