Hace tres años, Javier Lasheras nos propuso participar con un pequeño relato o un poema en un homenaje de la AEA (Asociación de Escritores de Asturias http://www.escritoresdeasturias.es/) a Ángel González, que había recibido el II Premio de las Letras deAsturias que otorga la propia Asociación. El libro se tituló "Palabras con Ángel" (en la imagen). Esta fue mi aportación.
"El hombre al final de la barra"
Creo recordar porqué empecé a beber. Era una inaguantable timidez que me arrastraba detrás de un vaso. No me bastaba con los rizos sobre mi frente. No me hubiera bastado con nada. Cada vez que aquella mujer se cruzaba en mi camino, en las escaleras del instituto, en las nieblas nocturnas de aquel pub que supe luego que frecuentaba sólo por verme, un rayo paralizador me cegaba hasta anular cualquier intento por siquiera abrir la boca. Así que, como en el circuito al que nos lleva la nocturnidad, comencé por una primera. Cayó la segunda casi enganchada, sin haber disfrutado los últimos vapores de la anterior. Una tercera fue necesaria hasta que ella apareció. Un iceberg cegador se situó frente a mis ojos, sin saber interpretar si me amaba y me deseaba como yo a ella, o era sólo una fatal casualidad.
Pronto descubrí los extraños amaneceres tras una noche sin sueño. "He aquí que, tras la noche, / llegas, día. / Golpeas hoy con tu gran aldaba de luz mi pecho, / entra con todo tu espacio azul en mi corazón ensombrecido". Los cielos grises fueron cubriendo cada vez más un corazón que no dejaba de latir pero que tan sólo era capaz de escapar de su monótono son al ritmo de la música y del alcohol. Me convertí en el hombre al final de la barra. Ese al que el barman rellena la copa sin que se lo pida. Ese que cambia el disco para que la música vuelva a estremecerte. Ese que es consciente que cuando se llega al fondo ya no hay camino de retorno. El que sabe que irremediablemente ha perdido el brillo de la luz del día.
Manolo D. Abad. "Palabras con Ángel". AEA, 2008.