Para que la civilización no se hunda, Perdida su gran batalla, Haz callar al perro, ata la jaca En un puesto apartado; Nuestro amo, César, está en la tienda Con los mapas desplegados, La mirada ausente, La cabeza apoyada en la mano.
Como el tejedor en la superficie de la corriente, Su imaginación se mueve sobre el silencio.
Que ardan las torres desmochadas Y que los hombres recuerden aquel rostro. Muévete apenas si has de moverte En este lugar desolado. Una parte mujer, tres partes niña, cree Que nadie la mira; sus pies Se ejercitan en un zapateo de villano Aprendido en las calles.
Como el tejedor en la superficie de la corriente, Su imaginación se mueve sobre el silencio.
Para que las niñas, en su pubertad, encuentren, El primer Adán de sus intenciones, Cierra la puerta de la capilla del Papa, Que aquellos niños no entren. En ese andamio se apoya Miguel Ángel. Sin más ruido que el de los ratones, Su mano se mueve sin reposo.
Como el tejedor en la superficie de la corriente, Su imaginación se mueve sobre el silencio.
William Butler Yeats. "El Tejedor". Ed. Poliedro, 2003.
Siempre debe brillar alguna luz detrás de nuestras vidas, decía uno de mis profesores de la universidad. Había sido poeta, al parecer bueno, bien considerado, prometedor. La luz se estaba extinguiendo detrás de su vida el año que lo tuve de profe de lite en primero. A mediados del segundo semestre, no apareció por clase durante dos días seguidos. Lo encontraron en el suelo de su cuarto de baño. Se había colgado de un gancho clavado en el techo encima de la bañera y, aunque el gancho se había desprendido del yeso podrido, se había estrangulado y, tras unos momentos de revolcarse por el yeso esparcido, con la espalda rota al darse con el borde de la bañera en la caída, había muerto.
Al encontrar a Vicky, al empezar a conocerla, sentí que la luz se encencdía de nuevo detrás de mi vida. Llevaba apagada mucho tiempo.
Comencé a realizar cobros de morosos para una compañía de préstamos del barrio de Poydras. Walsh me había dado el espaldarazo y yo seguía con la corpulencia y la pinta de bestia necesarias para convertirme en un cobrador eficaz. Me pusieron a prueba con un sueldo simbólico, pronto añadieron un porcentaje y, posteriormente, me doblaron el sueldo.
Vicky y yo nos veíamos con bastante regularidad: conciertos, cenas, películas en el Prytania, teatros, museos, largas tardes tomando café o botellas de vino. Rememoré el concepto de las mónadas, áreas enteras de conocimiento, de entendimiento, que se abrían de par en par al individuo que se desarrollaba. Y sentí que surgían dentro de mí nuevos mundos, mundos que siempre había intuido allí, pero que nunca había podido encontrar, alcanzar.
Well, the hospital's gonna let you go, but the scene is gonna stick around. Yeah, sure the stars in the sky but the money's still down on the ground.
(??) Then I might tell you something new. You can't tell people what they want to hear if you also want to tell the truth.
And I'm just trying to tell the truth, kid. I'm just trying to tell the truth.
You can't get every girl. You get the ones you love the best. You won't get every girl. You love the ones you get the best.
Nobody's wanna freeze over I'm from a place with lots of lakes but sometimes they get soft in the center and the center is a dangerous place.
It's been a long, cold winter and now you're standing on unsafe ice. But you can probably do anything if you could just go and get yourself right.
You gotta get yourself right, kid. I'm gonna give you some advice.
You can't get every girl. You get the ones you love the best. You won't get every girl. You love the ones you get the best. Kid, you can't kiss every girl. You gotta trust me on this one. You gotta trust me on this one.
I know what you're going through. I had to go through that, too. I know what you're going through. I had to go through that, too.
You can't' get every girl. You get the ones you love the best. You won't get every girl. You love the ones you get the best. You can't get every girl. You get the ones you love the best. You won't get every girl. You love the ones you get the best.
La noticia de la llegada a la programación del Teatro de la Laboral en Gijón de José Luis Moreno y su troupe es una de las —significativas— malas noticias que han llegado a Asturias en los últimos tiempos. No es que la gestión anterior fuera para tirar cohetes, más bien al contrario, pero entregarse a uno de esos tiburones de la cultura que desprecian la calidad en pos de un populismo taquillero es como entregar tu alma al diablo.
Cuesta creer, tras tantas críticas a Gabino, que se reincida en los mismos errores que han conducido a la ciudad de Oviedo a un abismo de operetas, zarzuelas de regional preferente, revista setentera cutre, vendidas cual lujo asiático como una capitalidad cultural usada como arma política arrojadiza frente al rival, a falta de mayores argumentos.
Sabemos que la cultura es minoritaria, pero, ¿no son los responsables políticos los encargados de dotar al pueblo de esa calidad? Luego se quejarán de las carreras de coches nocturnas, del botellón, de las peleas, del analfabetismo funcional —leen y escriben, pero…— y de tanto y tantos. El sentido de la responsabilidad que guió a dirigentes —me da igual la izquierda, la derecha, el centro, las patrañas para bobos y ultras de los partidos— en los ochenta se ha perdido en dos vías: la recaudadora y la de la obtención de votos. No es de extrañar este guiño a la infracultura joseluismoreniana (a mí me gustaban su Rockefeller, Monchi, etc, dicho sea de paso) de un proyecto asturiano a la deriva. Una involución donde todos son lo mismo, como en la pesadilla que urdió John Carpenter en Estan vivos. Habrá que ponerse las gafas de sol...
La vida es una noria, no una tómbola como cantara Marisol. Altos y bajos jalonan la vida de los artistas, sometidos a vendavales y a maremotos de modas, tendencias y todas esas cosas que jamás permanecerán en nuestra memoria salvo para recordarnos lo ridículos que pudimos llegar a ser siguiendo sus dictados. Y es ahí donde la figura de Jorge Martínez García se alza por encima de todos ellos, de todo esto. Arriba, en lo más alto de la cima de la noria, o abajo, a la altura del tipo que te expende la entrada, la vida nos otorga unas enseñanzas de las que debemos sacar consecuencias y -tratándose de personas creativas- obras que se repetirán en nuestras vidas como un extraño leit motiv.
Contratados por el Ayuntamiento de Gijón como no se hacía desde 1986 -bien se encargó el calvo largo de recordárselo a los presentes- Ilegales vinieron dispuestos a incendiar la ciudad donde registraron muchas de sus aventuras. Una obertura con "Yo soy quien espía los juegos de los niños" lo dice todo. Con un sonido incomparable, que te acompañaba con la misma exacta nitidez hasta el fondo de la playa, el trío de rock que "sin alharacas, sin piruetas, sin lucecitas, sin mariconadas" entrega su ser, ataca un mini-meddley con "Hacer mucho ruido" y "Hombre solitario" para ponernos en situación. Y las canciones suenan con la misma lucidez de antaño, imperdurables como pocas, impuestas por tozudez, sí, pero por una clarividencia que, pasados los años, les ha hecho más grandes aún. "Todo lo que digáis que somos" continúan, en esa obra maestra cada vez más grande que es su tercer álbum "Todos están muertos", que se muestra en toda su nitidez a quien quiera escucharlo. Aquí la matería prima no se diluye en el azucarillo del falso colegueo (Joaquín Sabina), en la mentira de las luces de colores (Alaska y los Pegamoides) o en el falso romanticismo de la juventud que no volverá (Mecano). Aquí está la ciencia del superviviente, a medio camino entre la legalidad y lo real, luchando por cada gota de vida, consumiéndola con la delectación del dipsómano en su última noche de borrachera. "Os juro por la Pantoja que todos los pasodobles son una puta mierda", presenta Jorge, el avilesino -no se equivoquen- para regocijo del personal que siempre ha coreado ese imprescindible "Odio los pasodobles". "Suena en los clubs un blues secreto", "Chicos pálidos para la máquina", "Agotados de esperar el fin", "El piloto", "Quiero ser millonario", uno de esos extraños grupos que presenta su canciones como me apunta Miguel Fernandi, cantante de Skama La Rede, en pleno delirio. A alguno se le cruzan los cables y le arroja a Jorjón una zanahoria, "esta te la guardo para metértela por el culo", vago recuerdo de los ochenta donde los escupitajos volaban en una mala interpretación patria del punk.
Recuerdo para los músicos que se esfuerzan sobre un escenario sean los Hombres G o Siniestro Total. Otro más para los lugares de Asturias donde no han podido tocar en estas casi tres décadas "estaban más ocupados en firmar a Amistades Peligrosas, Ella Baila Sola o cosas así", concluye Jorge. Es un día para cuentas pendientes, pero, sobre todo, para reivindicar ese individualismo a ultranza, la pose de duro, la vida al margen de todo y todos, de ese analfabetismo funcional que nos invade y que eleva a la estupidez al grado de inteligencia. A la medida en balanzas supuestamente creíbles, que obvian a unos grandes, enormes, Ilegales, necesarios como pocos. Aunque no pudieran tocar las tres horas prometidas,... contratadores mandan. Y siempre quedará septiembre, claro.
Ilegales en la playa de Poniente. Gira de despedida a partir de las 23 h. Previstas más de 50 canciones y tres horas de concierto... Va a ser grande, muy grande y si mi buen amigo Jorjón toca "Sin Remedio" será ya indescriptible. No nos van a decepcionar, nunca lo han hecho. ¡Ejemplares y fieles a sí mismos hasta el último día!
Llevábamos veinte minutos en el aire cuando ella sacó un espejo del bolso y empezó a maquillarse la cara, sobre todo los ojos. Empezó a trabajarse los ojos con un cepillito, concentrándose en las pestañas. Mientras hacía esto, abría los ojos mucho y mantenía la boca abierta. . La miré y se me empezó a empalmar.
Su boca era tan llena y redonda y abierta y ella seguía arreglándose los ojos. Pedí dos bebidas. Un jovencito a nuestra derecha empezó a toquetearse. Tammie siguió mirándose al espejo, con la boca abierta. Parecía como si pudiera de verdad pudiera chupar con esa boca. Continuó durante una hora, luego dejó el espejo y el cepillito, se echó junto a mí y se puso a dormir.
Había una señora en el asiento a nuestra izquierda. Tenía unos cuarenta y tantos años. Tammie dormía junto a mí. La mujer me miró.
-¿Cuántos años tiene?
De repente se hizo un gran silencio en aquel jet. Todo el mundo cerca nuestro estaba escuchando. -Veintitrés.
-Aparenta diecisiete.
-Tiene veintitrés.
-Se pasa dos horas arreglándose la cara y luego se pone a dormir.
-No fue más de una hora.
-¿Van a Nueva York?
-Sí.
-¿Es su hija?
-No, no soy su padre o abuelo. No estoy emparentado con ella para nada. Es mi novia y vamos a Nueva York.
Podía ver sus ojos en los titulares.
Monstruo del este de Hollywood droga a una chica de 17 años y se la lleva a Nueva York donde abusa sexualmente de ella y luego vende su cuerpo a numerosos vagabundos.
La señora fisgona se dio por vencida. Se echó en su asiento y cerró los ojos. Su cabeza se inclinó hacia mí. Estaba casi en mi hombro. Sosteniendo a Tammie, vigilaba aquella cabeza. Me preguntaba si le importaría que cruzara sus labios con un beso salvaje. Se me empalmó otra vez. Estábamos a punto de aterrizar. Tammie parecía muy dormida. Me preocupaba. La intenté despertar.
-¡Tammie estamos en Nueva York! ¡Vamos a aterrizar! ¡Tammie, despierta!
No hubo respuesta. ¿Una sobredosis? Le tomé el pulso. No logré sentir nada. Miré sus enormes pechos. Busqué algún signo de respiración. No se movían. Me levanté y llamé a la azafata.
-Por favor, señor, siéntese. Vamos a aterrizar.
-Oiga, estoy preocupado. Mi novia no se despierta.
-¿Cree que estará muerta? –susurró ella.
-No sé –contesté también susurrando.
-Está bien, señor. Tan pronto como aterricemos, volveré aquí.
El avión estaba empezando a descender. Fui al retrete y mojé algunas toallas de papel. Volví, me senté junto a Tammie y se las restregué por la cara. Todo aquel maquillaje, perdido. Tammie no respondía.
-¡Tú, zorra, despiértate!
Bajé con las toallas hasta sus pechos. Nada. Ningún movimiento. Me di por vencido. Tendría que mandar su cuerpo de vuelta, de algún modo. Tendría que darle explicaciones a su madre. Su madre me odiaría. Aterrizamos. La gente se levantó y se puso en fila esperando a salir. Yo me quedé sentado. Sacudí a Tammie y la pellizqué.
-¿Preciosa, qué te pasa?
Tammie comenzó a responder. Se movió. Entonces sus ojos se abrieron. Sólo fue cuestión de una voz nueva. Nadie prestaba atención a una vieja voz. Las viejas voces se hacían parte de uno mismo, como una uña. Tammie sacó el espejo y empezó a peinarse. La azafata le acariciaba el hombro. Me levanté y saqué los vestidos de la repisa de arriba. Las bolsas estaban allí también. Tammie siguió mirándose en el espejo y peinándose.
-Tammie, estamos en Nueva York, vamos a salir de aquí.
Se movió velozmente. Yo llevaba dos bolsas de papel y los vestidos. Salió por la portezuela agitando las nalgas. Yo la seguí.
Se trata de un espécimen literario en auge: los impostores que mueven sus gustos y sus creaciones a golpe de moda. La industria cultural parece moverse en la suicida senda que ha conducido al marasmo a las discográficas. Ponerse en manos de la moda, tirarse de cabeza en busca de copias de aquello que ha funcionado es el mejor modo para irse al garete. Aunque los responsables, los que llevan la manija, continúan insistiendo en el error. Vean si no cómo en los últimos años se acumulan estantes repletos de novelas históricas, algunas hasta con un anaquel creado para la ocasión. Al mismo tiempo, y huyendo de la quema como alma que lleva el diablo, muchos de los adalides de la validez de la novela histórica reculan, se esconden y reaparecen mostrando su fascinación por la novela negra o, sin ganas de meterse en dificultades, en la novela de misterio a secas. O, simplificando aún más, no vaya a ser que lo de la novela negra como moda no vaya a ser verdad, en la "novela de género". Miren que la etiquetita de marras ya se merece todo el desprecio del mundo... Pero la industria y quienes anhelan un lugar bajo el sol en ella, pierden sus traseritos por ubicarse bajo el sol de la moda de moda, valga la redundancia. Por si desean informarse de los diversos estilos de novelas de misterio, serie negra, pulp, etc, les remito a la magnífica exposición que Jesús Palacios ha escrito para la estupenda antología Los Hombres Topo quieren tus ojos (Valdemar, 2009). Así, al menos, se ahorrarán el ridículo de escribir o pronunciar obviedades.
Uno, que pensaba que el noventa por ciento de las noveluchas paridas al fragor del éxito de El Código Da Vinci ni eran novelas ni, mucho menos, dignas de ser tratadas como históricas, se encuentra con cómo muchos de los autores que renegaban de la serie negra, tratan de abrazarla por el atajo más corto posible. Lo bueno, para uno, es que se les detecta a la legua en su impostura. Lo malo, es que autores como Carlos Salem o Raúl Argemí, que tan bien se han manejado en ese terreno, puedan quedar solapados por la banda de impostores/as que se mueven como serpientes en los anhelos à la mode de la industria literaria. Al final, me queda el consuelo de lo que el propio Carlos Salem me recomendó en la pasada Semana Negra de Gijón 2010: "Paciencia y constancia". Aunque, a veces, observar y sufrir lo bien que se manejan muchos de esos impostores de las modas, produzca desazón y vergüenza. Por su cara tan dura, por su falta de talento —para crear, para escribir— y por su gran talento —para manipular a editores y para conseguir vender sus oportunistas subproductos—.
Stark arrancó el extremo retorcido del porro, le pasó la lengua para humedecer el papel, lo encendió y echó a andar por la calle desierta.
Se preguntaba si la hierba aún podría colocarle. El porro había sido un regalo del camarero. Stark no pensaba aceptarlo cuando se lo ofreció pero no quería ofender al tipo, quien pensaba que la marihuana te da el mejor subidón. Además, su actitud ante la hierba se había visto influida por la opinión de un drogadicto, su padre, el timador del billar, el hombre que decía: "No necesito esa mierda de hierba para volverme aún más loco. Lo que necesito es la medicina de Dios para estar más cuerdo" y que acto seguido se pinchaba la vena con una aguja delante de su hijo. Su padre era un yonqui. Stark juró que nunca se engancharía. Sólo los imbéciles se enganchaban.
Le dio una calada más al porro y, mientras aguantaba el humo, la marihuana hizo su magia. En segundos, su mente se elevó a un nivel de perspectiva más alto, más intenso, aunque distorsionado al mismo tiempo. Le vino a la cabeza la cara de Crowley,esa expresión de bulldog estúpido. De repente, soltó una carcajada. Su risa retumbó en el silencio de las calles vacías. Se contuvo, consciente de que la hierba jugaba con su imaginación. Las luces brillaban más y las ventanas, que momentos antes le habían parecido horribles, ahora se presentaban como filas de cuadros impresionistas colgados por un gran artista en la galería de la noche. Este pensamiento le provocó otro ataque de risa desquiciada.
Cubos de basura, abollados por el uso, se alineaban en los bordillos esperando el amanecer. También estos objetos tenían su significado, especialmente una bañera deforme llena a rebosar de botellas de vino. Stark se paró en seco, se inclinó hacia delante y entrecerró los ojos inyectados en sangre.
-Hay que joderse - dijo profundamente impresionado- . Es una puta obra maestra vanguardista.-Lanzó una carcajada ante su propia ridiculez.
Un coche blanco y negro que merodeaba por allí se acercó al bordillo iluminándole de lleno con los faros. Le estropeó el humor de forma instantánea. Un policía de quien no podía distinguir las facciones bajo el ala del sombrero asomó la cabeza por la ventanilla, como una marioneta en una caja.
-¿Qué estás haciendo aquí fuera, amigo? Es tarde para andar dando vueltas.
-Sólo disfrutaba del arte.
-¿Qué?
-Estaba sacando la basura. -Sabía que el policía se había detenido para comprobar si era un borracho. El estafador se recompuso- . La recogen muy pronto. Trabajo por la noche así que acabo de sacarla. Me alegro de lo bien que hace su trabajo, consigue que me sienta más seguro al dejar a mi mujer sola en casa.
-Muy bien, amigo. No trabaje demasiado. -Miró deliberadamente el montón de botellas de vino-. ¡Y cuidado con las úlceras!
El coche de policía se alejó para recorrer otros lugares durante la noche. Stark lo observó y se recompuso.
-Será mejor calmarse antes de que esta hierba de la risa haga que me encierren por reírme de la luna.