ALFREDO GONZÁLEZ
Centro Cultural Cajastur, Oviedo.
Miércoles 5 de mayo de 2010.
Dragar bajo las aguas turbulentas del dolor, del abandono, de la decepción y salir a flote del empeño, a costa de sobrellevar las cicatrices con dignidad para mostrarlas, desnudas, en un repertorio coherente y personal es algo de lo que muy pocos pueden presumir. En apariencia, a muchos, Alfredo González les parecerá un cantautor de tantos pero no, ni muchos menos. Quedarse en la superficie es uno de los deportes favoritos de cierta crítica, al abrigo de un maremágnum de etiquetas y excusas con las que quedarse a salvo. Y en el universo del de Turón nadie permanece en la zona cómoda. Es un mundo de luces y sombras, de acechos y abandonos, de dudas y precipicios, donde la vida no es una teleserie con final feliz. Y ahí entraba a la perfección un inicio como el "Me gusta cómo hueles" de Ilegales -que ya tocase en la ceremonia de los AMAS 2010 ante la aquiescencia del mismísimo Jorjón- al que sumó sin preámbulos "Vivos de frío" y "Fuera de control", para recalar luego en el memorable "La nada y tú". Bien respaldado por Antón Ceballos al bajo y Wilón a la batería, que se retiraron para un paréntesis que le dejó en solitario, aprovechó el momento para mostrarse más cercano, pero también desgarrador, como en ese "Vals de los desesperados" de estreno. El colofón con "El último taxi" -sin Pablo Moro- y el excelente "Retruque" desató las pasiones, para remachar en un bis donde logró que el siempre gélido público ovetense emergiese de las aguas y cantase junto a él. Sonriendo en medio de una tormenta, sin miedo a haber apostado a todo o nada. Rock de autor con mayúsculas.