Ayer 21 de octubre moría a los 84 años el dramaturgo José María Rodríguez Méndez. En el obituario que hoy publica el diario "El Mundo", Javier Villán recuerda el ideario del autor de obras como Un hombre llamado Flor de Otoño, La última batalla del Pardo o La mano negra: "Convencido de las dificultades que me rodeaban y resignado ya a dedicar mi vida a las letras, me impuse la dura tarea de seguir escribiendo contra viento y marea y frente a todas las prohibiciones y dificultades. Escribí en mis particulares catacumbas obras de teatro y las escribí con total libertad. Decidí primero, no preocuparme de la censura; dos, desentenderme totalmente de la cuestión empresarial. Tres, no hacer el más mínimo caso de tendencias o modas; cuatro, desengañarme de una idea descabellada: que el teatro iba a solucionar mis problemas económicos".
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Sufrió el destino de toda su generación, que bien podría ser el destino de muchos españoles o, simplificando, el destino del teatro español: Censura, represión, olvido. O algo peor: ninguneo.