“Centro”
Desde hace algunos meses la imagen -tremenda imagen- del centro de Detroit se me aparece en mis paseos por Oviedo cada vez que observo locales comerciales cerrados, los cada vez más ostentosos carteles de “se alquila”, “se vende”, los papeles cubriendo los cristales de lo que en día fue un negocio. Viví y vivo en el centro de la ciudad. Me gusta. Me encanta confundirme con las oleadas de gente en las horas punta, aunque menos el tener que esquivarlas o chocar con ellas cuando camino a gran velocidad. Hay quien desea habitar en unos alrededores tranquilos, pero yo soy un enamorado del centro, de tener todo a mano, de no estar obligado a planificar nada porque puedo elegir en unos minutos, cambiar de opinión y volver sobre mis pasos sin que eso represente más que un corto discurrir de tiempo.
Pero esa imagen -tremenda imagen- de los despoblados, ruinosos lugares del centro de Detroit me tortura pensando en que eso pudiera llegar a suceder en mi ciudad. Y no me parece que sea algo lejano o irreal. Son muchas las costumbres heredadas de los Estados Unidos, cada vez más, avanzando implacablemente en nuestros hábitos sociales como una mala pesadilla. Entre ellas, esa maldita manía de sacar el coche a la primera de cambio, de restringir el paseo para luego matarse en una de esas cintas tan ridículas sobre las que se corre con el mismo entusiasmo que los hamsters cuando dan vueltas sobre esas ruedas que se les ponen en sus jaulas... Costumbres como la de leer los libros electrónicos, esa que muchos creen que acabará por imponerse pronto. Les pondría el ejemplo de los vinilos en el mundo de la música, pero estábamos en el centro, rodeados de negocios desaparecidos, temiendo lo peor... Hasta que una mañana, al comprar el ejemplar de papel de nuestro periódico nos encontramos con una noticia tan buena como la que firmaba hace unos días Idoya Rey: la Librería Santa Teresa volverá a abrir sus puertas en una nueva ubicación. Y, de repente, es como si el sol quisiera iluminarnos con toda su fuerza, alentando la esperanza como una victoria sorprendente. Y no puedo evitar una reflexión al hilo de la noticia: la librería había cerrado por el intento -necio- de, con la que está cayendo, subirles la renta. Conozco más de un negocio que ya ha echado el cierre por lo mismo. También, por aquello de que no todos los caseros son iguales, el de otros que han resistido gracias a la comprensión de quienes les cobran el alquiler. Y vuelvo a Detroit y a pensar que hacen falta muchos más como éstos últimos para que el centro de mi ciudad siga siendo ese lugar donde me encanta vivir.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 14 de diciembre de 2013
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 14 de diciembre de 2013