"Paróse la Muerte y dijo:
-¿Conocéis esta gente?
-Ni Dios me la deje conocer -dije yo.
-Pues con ellos andas a las vueltas desde que naciste. Mira como vivís -replicó-. Éstos son los tres enemigos del alma: el Mundo es aquél, éste es el Diablo, y aquélla la Carne.
Y es cosa notable que eran todos parecidos unos a otros, que no se diferenciaban. Díjome la Muerte:
-Son tan parecidos que en el mundo tenéis los unos por los otros, y así quien tiene el uno, los tiene a todos tres. Piensa un soberbio que tiene todo el mundo, y tiene al diablo; y piensa un lujurioso que tiene la carne, y tiene al demonio, y así anda todo.
-¿Quién es aquel que está apartado, haciéndose pedazos con estos tres, con tantas caras y figuras?
-Ese es -dijo la Muerte- el Dinero, que tiene puesto pleito a los tres enemigos del alma, diciendo que se ahorre de enemigos, y que donde él está no son menester, porque él solo es todos los tres enemigos. Y fúndase para decir que el dinero es el Diablo en que todos decís: "El diablo es el dinero", y que "Lo que no hiriere el dinero, no lo hará el diablo", "Endiablada cosa es el dinero".
Para ser el Mundo, dice que vosotros decís: "No hay más mundo que el dinero", "Quien no tiene dinero, váyase del mundo"; al que le quitan el dinero decís que "Le echáis del mundo", y que "El dinero es el mundo", y que "Todo se da por el dinero en el mundo", y que "Todo se alcanza por el dinero".
Para decir que la Carne es el dinero, dice el Dinero: "Dígalo la Carne", y remítese a las putas.
-No tiene mal pleito el Dinero -dije yo-, según se planifica por allá.
Con esto nos fuimos más bajo, y antes de entrar por una puerta muy chica y lóbrega, me dijo:
-Estas dos que saldrán aquí son las Postrimerías.
Abrióse la puerta y estaba de un lado el Infierno y al otro el Juicio (así me dijo la Muerte que se llamaban). Estuve mirando al Infierno con atención, y me pareció notable cosa.
Díjome la Muerte:
-¿Qué miras?
-Miro -respondí-, al Infierno con atención, y me parece que le he visto muchas veces.
-¿Dónde? -preguntó.
-¿Dónde? -dije-. En la codicia de los jueces, en el odio de los poderosos, en las lenguas de los maldicientes, en las malas intenciones, en las venganzas, en los apetitos de los lujuriosos, en la vanidad de los príncipes; y donde cabe el Infierno todo entero, sin que se pierda gota, es en la hipocresía de los mohatreros de virtudes, que hacen logro del ayuno y del oír misas.
Francisco de Quevedo. "El Sueño de la Muerte".